lunes, 23 de junio de 2008

SUCIO… Y DELICIOSO

Dirty Dancing, discutible musical icono del cine ochenteno con sound track incluido, cumple 20 movidos y melosos años.

Para el verano norteamericano de 1987, cuando la industria cinemera gringa parecía más de lo mismo, una cándida historia de amor, pero también más que eso, iba a escribir un capítulo totalmente distinto. Johnny Castle (un debutante Patrick Swayze) experto teacher de baile y amante a sueldo, y Baby Houseman (la ignota antes y después Jennifer Grey), inocente e impopular adolescente de 17 abriles, tendrán la oportunidad de sus vidas -como rezaría el tema central del soundtrack- en el transcurso de su verano feliz, en un balneario para clases acomodadas, donde se da el encuentro. Nada fuera de lo común si no contamos con que la historia se soporta sobre una de las bandas sonoras más celebres de la historia del cine.

Los críticos no se han puesto de acuerdo con la valoración a Dirty Dancing, como filme. Pero incluso los menos enterados coinciden en que la música y el hilo conductor que le presta ésta al filme no tienen precedentes. Cosa rara; aunque la historia sencilla que se procuró crear Eleanor Bergstein y que dirigiera Emile Ardolino, partía de dos ejes musicales, uno blanco e inocentón (escúchese Big Girls Don`t Cry, Wipeout, etc) y el otro eje agresivo, apasionado, el dirty, dirty (Hungry Eyes, These Arms of Mine...) nunca siquiera se pensó en armar una banda sonora que considerase figuras de la música de la época, y eso por cuestiones de costos.

No es que al final no se lograra un marco musical coherente; precisamente sí se logró juntando a la orquesta de Michael lloyd & Le Disc, a Bill Meddley, Jennifer Warnes y al mismo Swayze. Finalmente, el productor musical Jimmy Lenner obtuvo un producto artístico sin parangón, al amparo de un barrido musical que atraviesa los finales de los 50, y comienzos de los 60 (periodo de donde se extraen algunos fox trot), se regodea en recreadas composiciones latinas (Merengue, Johnny´s Mambo, De Todo un Poco) para representar la influencia latina en esas décadas; y sella con los temas que encabezaron los charts, donde corona (I´ve Had) The Time of my Life.

Como filme siempre se trató de un taquillazo mayor. Los 5.2 millones de dólares que costó con toda su parafernalia musical se convirtieron en más de 170 millones a la fecha. Como música, es una de las bandas sonoras más escuchadas y vendidas de todos los tiempos, y cuyas piezas –en distintos puestos- han ido a parar casi todas a las listas de hits en su momento, algo comparado sólo con el Triller de Michael Jackson.

Originalmente en dos volúmenes, la música se reedita este año de aniversario 20 en un CD en el que las piezas corren en el orden de cómo aparecieron en el filme, y que me inspira mientras termino este recuento. Pero como los fanáticos –¿acaso debo confesarlo?- espero más: un DVD conmemorativo con la película, minutos extras, detrás de cámaras, algún video clip (ojalá más de uno) y varios etc,etc.


Alphonso de la Luna

PROHIBIDO DECIR

Cuando las palabras, por disímiles y a veces absurdas restricciones sociales, simplemente no deben de ser pronunciadas.


Son y están. Pero a veces no deben estar. La Academia de la Real Academia de la Lengua es generosa con lo que le permite ser a “Decir”, con lo que permite significar; “Manifestar con palabras el pensamiento”. No pocas veces, sin embargo, ese pensamiento no puede ser abiertamente manifestado y no necesariamente por razones de persecuciones a la libre expresión, sino por simples cuestiones de recato, coincidir con el entorno, y a veces, dobles discursos.

Las más encumbradas restricciones a la palabra, frase o construcción están por supuesto ligadas al sexo. Lo genital ha sido siempre desde el lenguaje objeto de infinitas y coloridas creaciones, en símiles y metafóricos usos o pretensiones de utilidad. Pero, de idioma en idioma, más o menos, su uso es reservado en su amplitud. Ecuador, de acuerdo a un estudio, ostenta el récord de voces para designar el órgano sexual masculino: 105. De pito a pija, o pajarito, no faltará una voz para los genitales del hombre de acuerdo a como lo dicte la circunstancia.

Amando de Miguel recoge cómo los diccionarios de antaño se resistían a las palabras “malsonantes”. “los de Camilo José Cela (Diccionario secreto y Diccionario del erotismo), el de Jaime Martín (Diccionario de expresiones malsonantes del español) y el de Pancracio Celdrán (Inventario general de insultos).” Las palabras del sexo se relacionan además con los insultos, función que encabezan las voces que aluden al sexo femenino, por obvias razones machistas. Siglos antes, Marques de Sade, había jugado chiviría con los términos fuertes hacia lo sexual, para procurarse estar entre lo poético y lo vulgar, y ganó dosis extremas de erotismo, y una fama hasta hoy no rebatida.

No todas las prohibiciones a la palabra son procedentes del rubor hacia lo sexual. De acuerdo a la cultura, las palabras pueden tener cargas culposas variadas. En algunas comunidades amazónicas, por ejemplo, preguntar por el solo nombre de los niños, será un total desatino. A un forastero, un infante bora-bora nunca le dará el nombre por el simple hecho de que presume que al dárselo le copiará una ruta de acceso a su propia alma.

Invocar, es un don que se le ha atribuido a la palabra. Los cultos de magia de prácticamente todas las civilizaciones humanas registran ritos en ese sentido. Por la palabra, algo de alucinógenos y quizás baile, coctel feroz, se invoca a Yemanyá como a Pachacuti, y se ha invocado lo mismo a Hera que a Mitra y Cibeles. En esa lógica, aunque en sentido inverso, decir sin querer puede resultar en un nefasto acto de invocación no pretendida. Bajo esa consigna, En la Aldea, película de culto de M. Night Shyamalan, se delinea a unos personajes como “Los innombrables”.

Hay restricciones extremas al decir. Caty Cordero analizó como la prensa española fue tan benevolente con la de la hermana pequeña de la Princesa de Asturias, Letizia Ortiz, Erika, que para su “muerte auto provocada” nunca usó “suicidio”. En Perú una abreviatura quedó en mutis hace poco más de un lustro cuando su primer aludido fue puesto en evidencia descarnada. Sin percatarme de la censura raleando la atmósfera, yo mismo la usé para dirigirme a un abogado mayor a quien le guardo respeto. El me contestó tajante: no me llame “doc”, por favor, use el término completo, “doctor”.


Alphonso de la Luna

MAMITA, LA TECNOLOGIA

Un homínido menor descubrió que un palo cualquiera podía ser la extensión de su mano y con él procurarse más funciones. Nació el homofaber. Desde allí no hemos parado en búsqueda de más y más tecnología.

El concepto de la máquina múltiple no fue inventado en serio. Fue un exabrupto prodigioso de García Márquez para sus Cien años de soledad. O sea ya hace más de 30 años. El invento podía, de acuerdo a sus palabras, lo mismo pegar botones que bajar la fiebre. Una maravilla vendida sólo de mentira en algún lugar de la ciénaga colombiana. Hoy TV Compras y Telemercado se disfuerzan en copiar la ficción. Pero parece que ya las hay, o la mentira continúa: en Google, sólo en español aparecen 3,090 alusiones a “máquinas múltiples”

La historia para marcarse se ha apoyado en el descubrimiento de las tecnologías. Aunque los humanistas insistan lo contrario. El español Pizarroso lo delinea bonito. Las tecnologías, en virtud a su complejidad y a su impacto, han marcado las edades del hombre (y la mujer) y la vida en colectivo. Entonces se les llama tecnologías insipientes, tecnologías menores, TICs…

No sólo a nivel de didáctica de la historia, respecto de la tecnología las opiniones se polarizan. La tecnología en sí, y desde siempre, ha abierto dos brechas, fundado dos bandos, erigidos en relación a su afecto por ella o a la reticencia que le procuran. Es raro, al menos, suponer que voces como tecnofilia y tecnofobia tengan apenas poco más de una década de uso entre expertos en tecnologías y conducta, y aún ningún reconocimiento de academias de la lengua.

Los seres humanos hemos mirado a la tecnología para fijar nuestros sueños. Desde el Ícaro y las alas para poder surcar los cielos, a Herbert George Wells y su máquina del tiempo que sigue buscándose para ir hacia atrás o adelante en las carreteras de doble vía que son pasado y futuro.

Pero los seres humanos también hemos tomado con recelo el tema. Nadie tanto como Isaac Assimov. Alzado en mancha contra la humanidad que lo domina o cansada de los cuidados que no quiere dar más a los humanos, con su Yo Robot (1950) y su Multivac (que acompañó a varios relatos entre 1955 a 1975) respectivamente, el ficcionista retrata temores para los que Thomas Huxley había dado sabio consejo: el hombre tiene que controlar la ciencia y chequear el avance de la tecnología.

Nada de qué preocuparse en realidad. Acotamos lo que escribió Burrhus Frederic SKINNER: “El verdadero problema no es si las máquinas piensan, sino si los hombres lo hacen”

Alphonso de la Luna

HEROES EN EL ECRAN

La pantalla grande no sólo fabrica iconos, sino que nos mete bien en el juego de creernos sus heroicidades de mentira

En ningún otro lugar viven mejor los héroes que en el cine. Viven o se insuflan de nueva vida héroes del papel, ya del cómic como Superman o de la literatura como James Bond; pero también nacen en su propia luminiscencia y desde allí se erigen en su heroicidad de ficción: Mister Spoke del Viaje a las estrellas, Indiana Jones y Terminator, por ejemplo. A veces constantes, a veces fugaces, los héroes de la pantalla grande nacen, viven, se pueden reproducir y acaso morir, mismas estrellas.

Un héroe de cine, y sus versiones femeninas también, triunfarán al final del filme cuando el pop corn se haya terminado. Sobre todo en el cine gringo y sin excusas en el almidonado cine hindú. Entre que aparece y triunfa será objeto de un martirio de villanos haciéndosela difícil. Se me ocurre Malena (dirección y guión de Tornatore). Aunque italiana y bien elaborada, el filme guarda la estructura clásica del cine de héroes y villanos: comienzo-sufrimiento-éxito.

Nos creemos el cuento del héroe y la heroína. En eso consiste en sí todo el raro pacto del cine: sabemos que es ficción pero incluso a sabiendas hacemos a un lado esa contundencia para creernos sus historias y filtrarnos de sus emociones… y en sus héroes. Todos ¿no? Hay algunas tribus en Asia y África que como los ciudadanos de esa Maravilla también de fantasía que creara García Marquez, Macondo, no aceptan que un actor muerto en una película, luego apareciera vivito y coleando en otra.

La mayoría de los héroes son como algunos cuadros, no se les debe mirar de cerca. La cita es de Francois de Rochefoucauld y bien pudo haberse inspirado en quienes les ponen pellejo a los héroes y heroínas del cine: Jhonny Weismuller era un fiasco de locura sino interpretaba a Tarzan (sufrió mucho cuando las lianas pasaron a otros musculosos); Margot Kidder terminó en una desgracia de mujer luego de haber sido nada menos que la “chica del héroe” en la saga del Superman que interpretó Reeves entre los 80 y 90; hoy Lindsay Lohan es todo (entiéndase alcohólica y más perlas) menos las dulzuras teen que interpreta para el respetable juvenil.

Rara vez el héroe hace metacine. O sea es conciente de su heroicidad. Menos de un modo irónico. Pero hay. Arnold Schwarzenegger fue en “El Último gran héroe”, un don nadie fuera de la pantalla cuando un conjuro de muchachito travieso lo puso en el mundo real. Sufrió el fortachón pisando suelo de a de veras. El cine funciona mejor si estás dentro; no si estás fuera.

Alphonso de la Luna

BESOS ROBADOS

De boca a boca, de boca a mejilla, el beso y las húmedas polémicas que en pleno siglo XXI todavía ocasiona.

Richard Gere le robó un beso a la hindú Shilpa Shetty y se armó el chongo. Muy Hollywood, el rompecorazones de mentira de la mujer bonita, se olvidó que estaba en Bollywood, la meca del cine indio, a la sazón más millonaria que la sede gringa, tomó a la diva india por los brazos y quiso reeditar el clásico chape que inmortalizó para la foto a Clark Gable y Vivian Leight, mismo que hace unos tres oscar, regalaron a los flashes los contemporáneos Adrien Brodie y Halle Berry.

De Musset había escrito que “el único idioma universal es el beso”. Pero nunca ha sido así. Los besos han significado siempre diferente de acuerdo a la sociedad que los acoja. Por eso hay modos y valores distintos –y hasta distantes- en los besos que se dan los esquimales y los rusos, los franceses y los italianos, sólo por citar.

En India ha pasado eso con el beso de Gere a Shetty. Ella ha salido a su defensa; sus compatriotas no han aceptado razones. “Entiendo que esa es su cultura, no la nuestra”, ha argumentado. Pero las protestas han tomado calles de varias ciudades indias, de Mumbay a Varanasi, el centro más sagrado del hinduismo. Y fue sólo beso en las mejillas.

Si ha habido alguna valoración universal erótica del beso, esa carga ha cambiado también. El beso ha pasado a ser un recurso manoseado, públicado y publicitado, en contraposición a su vocación intimista, reservada y seria con la que se entiende desde la relación pasional, al menos para un buen porcentaje de la humanidad.

Esa sobreexposición.es culpable en buena parte de la desacreditación del beso. Sobre todo, los besos que no se esperan por reservas a propuestas exclusivamente heterosexuales. Se han para el escándalo Maradona con Caniggia, y luego “el diez” repitió plato con el actor Colin Farrel; Madonna para un show del MTV besó por partida doble, a Britney Spears y a Christina Aguilera, y la desaparecida página web de CNN en español tituló de antología: “La maestra del escándalo da una lección de mala conducta a sus dos más aplicadas alumnas”. En el Perú, los besos de Bayly a famosos entrevistados de ambos sexos le valieron un discutido distintivo como animador de la tele latina.

En realidad, los tiempos actuales prestan un escenario dicotómico para el beso. Por un lado, hay sociedades y círculos donde éste como otras manifestaciones de afecto quedan prohibidas desde su premisa de puertas a lo erótico (hay escuelas, universidades y centros labores donde está reglamentado “no besar”); pero hay otras culturas tradicionalmente más cerradas a mostrar afecto, como las orientales, donde se ponen en marcha talleres para abrazar, apapachar y, claro, besar.

En Mujer Bonita (Pretty Woman, 1990) de Gary Marshall, Vivian o Julia Roberts es seducida por su contratante, Edward Lewis (Richard Gere) quien toma los servicios de la prostituta, casi accidentalmente, por unos días. Ella es contundente sobre lo que entiende por amor físico, materia del trato: puede hacer todo lo que le pidan -y sobre la imaginación para eso- menos besar porque teme por ello llegar al amor. Pero al final se traiciona y le roba al millonario que encarna Gere finalmente un beso cuando cae rendido como consecuencia de su encuentro. Un siglo antes H.H. Boyesen habría podido haber escrito esa parte de guión: “Y cuando mis labios encuentra los tuyos / tu propia alma se une a la mía”

Alphonso de la Luna

TÚ SÌ , TÚ NO

Los extremos a los que lleva el no tan sencillo ejercicio de elegir

Era una mujer de novela. La delineó Milan Kundera. En sus laberintos existenciales debía decidir. No le era sencillo y así se confesaba. Pero debía hacerlo y lidiaba con eso desde su trabajo de seleccionar personal. Tenía dos opciones: elegir a alguien con quien simpatizara o elegir a alguien preparado (a) para el cargo. Su proceder traspasaba soluciones éticas: una vez hacia lo uno; otra vez, lo segundo.

Elegir no es sencillo. Supone proceso amén de costos. El filósofo vasco Fernando Savater ha aclarado que elegir se corresponde con un nivel exclusivamente ontológico. Corresponde al ethos, o yo personal. Se enmarca así en la libertad, ejercicio de gestación individual. Pero acarreará siempre elementos sociales, partiendo de lo más cercano, lo que más queremos; la familia o los hijos, por citar.

En Guerra de los Mundos (Spielberg, EE.UU. 2005), Ray Ferrier (Tom Cruise) se debate en una crisis ante sus hijos Robbie y Rachel, a quienes visita por rutina ya que es padre separado. El hijo, ya un adolescente, pretende seguir solo los vericuetos de una invasión alienígena, ante la obvia negativa proteccionista de papá, que por otro lado ve que su niña menor es jalonada por una pareja de extraños que la creen abandonada en ese desconcierto que debe de ser todo campo de batalla. Ray elige a la hija, gusta a la platea y coincide con el pensamiento occidental.

Más de 20 años antes, Alan J. Pakula dirigía la La Decisión de Sophie (EE.UU. 1982). Meryl Streep, en magistral performance que le vale un Oscar, encarna a una polaca mayor, marcada por las duras decisiones tomadas durante su vida, en plena invasión nazi. La dramática decisión de Sophie, desagregada tras intensa trama, fue esta: tuvo que elegir entre salvar a su hijo o a su hija cuando un par de soldados del Reich la conminan ante esa macabra disyuntiva. Con los precedentes de su cultura judía (la heredad del varón, la preservación del apellido, etc), la decisión, muy a su pesar, inclinó la balanza a favor del muchacho… Sophie no se lo perdonará jamás.

En el “Valor de elegir”, su magistral ensayo, Savater, plantea que el decidir, como construcción inherentemente humana ligada a la libertad, se da en una vertiente de acontecimientos que producen consecuencias de todo tipo tanto para el elector como para su entorno. Nada más cierto: Tanto Sophie como Ray asumen sus elecciones, ya para maldecirlas de por vida o para congratularse con ellas. “Siempre hay que elegir el menor entre dos males”, anotó Tomas de Kempis. A veces, dilucidarlo es lo difícil.



Alphonso de la Luna
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SIMPLEMENTE SEXO

Ejercicio básico, no exclusivo de la especie, el sexo es para los humanos placer y tabú.

Las últimas noticias sobre acoso sexual han indignado a tirios y troyanos y eso está bien. Pero que el juez tal haya afanado sin roche a su asistente o que seis de cada 10 trabajadoras nacionales sean blanco de piropos, acercamientos, roces, tocamientos más evidentes y agresoras metidas de mano no debería en realidad sorprender a nadie: los humanos pensamos y vivimos en el sexo.

La cita de Descartes pudo ser escrita así: “Pienso (en sexo), luego existo”. Aunque más de uno corregirá no sin falta de argumentos que el sexo no se piensa, se viene a la cabeza para alborotarlo todo y ya. Cierto también.

Freud fue el primero en evidenciar que la libido nos atraviesa todo, a todos y de toda la vida. El deseo sexual es culpable –en su entender– de lo que somos, lo que seremos y lo que no podremos ser nunca por su culpa. En el universo freudiano, los humanos solo giramos en torno al sexo. Yo lo apoyo.

No lo apoyó, en cambio Erick Fromm. En “El arte de amar”, delinea lo que llama la separatividad, una figura basada en un mito griego por la cual los humanos estamos incompletos sin la otra mitad (a quien amar). No buscamos sexo, sino completarnos, completar el alma. El sexo, la sexualidad, es sólo un camino hacia esa complementariedad. También apoyo a Fromm.

En la tesis frommiana los humanos amamos por sobre sexuamos. Pero las evidencias prácticas apuntan en su contra: cada día se tiene más sexo, sin necesidad de amor; lo prueban los miles de embarazos no deseados, las ventas masivas de preservativos y otros anticonceptivos, y una industria que, sólo en la plataforma del www es más del 80% de sus contenidos y ofertas.

El sexo revolotea en torno nuestro siempre. Lo tenemos presente incluso para tenerlo distante, como en los modales. Pensamos en él cuando no debemos, por eso ciertos monjes debían flagelarse para ahuyentar su lacerante fantasma. Nos logramos en él; pero también podemos resultar un fracaso. Lo hacemos como se previó, y hemos inventado el contranatura. Une parejas y ,su ausencia, puede separarlas. El sexo viene y va, y nos provoca…

Después de la violencia, el sexo es quizás nuestra más conflictiva herencia de parte animal. Aunque entre ella y este haya también asociaciones evidentes (menciónese solamente el mismo coito y sus cuotas de agresión y las guerras en las que las incursiones de otras épocas y esta incluían violaciones.

Ok. Basta. Basta de sexo. Terminaré –no sin ironía– como Lawrence Durrell: “No más sobre sexo, es demasiado aburrido.”

Alphonso de la Luna

GIROS DEL DESTINO

Las paradojas cierran al revés, exactamente como no queríamos, un proceso, una experiencia o toda una vida.

En alguno de los capítulos de la serie cinematográfica que Pedro Infante filmara como Pepe el Toro (1947 – 1952), su hija adoptada –más bien su protegida sobrina- Chachita (Evita Muñoz), vende sus largas trenzas para procurarse dinero a fin de comprarle un monedero a su desgarbado pretendiente, “el Lata”; antes él se había gastado sus pocas monedas de pelele en la calle para comprar a su amada una peineta. La paradoja arranca las risas de Infante: en el camino a conseguir algo para el otro, ni monedero ni peineta servía a ninguno.

No todas las paradojas son graciosas. Las noticias que dan cuenta de emigrantes muertos en países a los que fueron a buscar el éxito están en ese rubro. Alguna vez escribí para una nota sobre un peruano asesinado a diez y tantas puñaladas en España: “Se fue por una vida mejor y encontró solo la peor de las muertes”.

Las paradojas envuelven contradicción y resultan en corolarios absurdos e inverosímiles que parecen recrearse sólo en la ficción, como en La Perla de Steinbeck , donde un indigente pescador se topa con una perla, todo un tesoro capaz de sacarlo a él y los suyos de la miseria pero que –aquí está a paradoja- es tan grande y valiosa que su sola posesión le trae más bien una serie de problemas que el desdichado no puede afrontar.

La paradoja retrata la vida. Ernesto Sábato analizando la obra de dos grandes pensadores acotó: “Nietzsche afirmó la preeminencia de la vida sobre la ciencia; para él, como para Kierkegaard, la existencia no puede ser regida por las razones, porque la misma vida es contradictoria y paradojal”.

El idioma español no ha sintetizado bien en sus acepciones todo el sentido de paradoja. Los anglosajones lo han hecho mejor desde una frase que se usa de común, “twist of fate”, giro del destino, si traducimos. Shakespeare, qué más inglés que él, amaba las paradojas de la vida. Su obra es, me animo a sostener, una construcción sobre paradojas. Hay paradoja en El Rey Lear y Otelo pero ninguna tan circularmente cerrada como en la más popular de sus piezas teatrales: en es Romeo y Julieta que cada uno se mata por el otro, primero él al creerla a ella muerta; luego ella a verlo muerto al él; no había más salida.

Paradojas redondas. Y dramáticas. Más pequeñas pero paradojas al fin, siempre están para marcarnos el vivir. Esta es típica del amor. La cantaba Barbara Jones y luego Dolly Parton con letra inspiradísima de Randy VanWarmer: “And You left me Just when I needed you most” (“Y tú me dejaste justo cuando más te necesitaba”). Vaya si se salvó de ser letra de bolero

Alphonso de la Luna

LA MALA EDUCACION

La educación formal desde las escuelas ha sido vapuleada de siempre; no sólo a raíz de los últimos problemas que afronta en el país,

Dirigida por Peter Weir y sobre un guión cruzado de Tom Schulman, Oscar en 1990, La Sociedad de los poetas muertos expone entre otros devaneos, como la educación tradicional puede alejarse de uno de sus afanes, el de entender la vida y la realidad. La premisa de ese maestro ecléctico que interpretó Robin Williams era la de este anónimo “La educación consiste en enseñar a los hombres no lo que deben pensar sino a pensar.”

No siempre hace eso, sino lo opuesto. Una de las frases más célebres favoritas por bohemios y faltos de instrucción académica es seguramente esta de Bernard Shaw: "Mi educación terminó cuando ingresé a la escuela". Mark Twain tenía también a la escuela por inconsecuente y escribió que lo que era él nunca permitió que entorpeciese su educación. ¿Pero puede en realidad ser la escuela contraria en la realidad a lo que precisamente se propone como fin?

Ahora bien, una cosa es que algunos escritores y pensadores desacrediten la educación, y otra que los mismos jóvenes, los estudiantes, lo piensen así. Pero lo hacen. Según un estudio del Consejo Nacional de la Juventud de 2005, la propia juventud estaba disconforme con su educación y no sólo en la escuela. Los peruanos de entre 15 a 19 años manifestaban que su educación era mala en un respetable 18%; y en un 32.1% entre los de 20 a 24. Casi la totalidad, el 97.4% urgía un cambio: el 27.1% capacitaría maestros; y el 11.9% cambiaría la metodología de enseñanza.

Con todo, los escolares peruanos son todavía pasivos en sus reclamos, si los comparamos con sus pares de otras latitudes. En España, en 1998, unos 30,000 estudiantes de más de 50 ciudades se manifestaron una huelga para exigir más dinero para su enseñanza secundaria. En Chile, la huelga de colegiales de junio de 2006 paralizó las escuelas públicas, conoció el respaldo de las privadas, las universidades e hizo retroceder al gobierno en unas políticas que los estudiantes en sus trajes azules no comulgaban por escasas.

¿De dónde sacan agallas los escolares para una rebelión tan dramática y bien orquestada? Alguien comentó que si los escolares tienen los argumentos para protestar por la calidad de su educación, ésta no debe de ser tan mala. ¿De dónde sacan ejemplos para tanta insolencia? Bueno, baste mirar al Jesús perdido de sus papás, María y José, en pascuas y exponiendo ante los sacerdotes del sanedrín para tener una idea de que los jovencitos sí tienen bastante que decir a sus maestros.

Alphonso de la Luna

GAMAS DEL VERDE

De todos los colores del espectro, no hay otro que no sea el verde el que más cuerpo tiene en el idioma.

El español ha sido generoso para acoger al verde. En el Diccionario de la Real Academia de la Lengua, sus acepciones suman 18. Superado sólo por el blanco y el negro (con 22 y 20 respectivamente), ningún color, ni siquiera primario tiene tantas: considérese los 13 significados del amarillo, los escasos cuatro del rojo, los parcos tres del azul… El verde, como color, en cambio, vive más de una vida en el imaginario de los hablantes hispanos; reverdece, diríamos, para parafrasear con uno de sus derivativos, nada menos que un verbo.

El verde, procedente del latín virĭdis, es por supuesto en el español el color de la naturaleza. Con un pie en ella, el verde la alude en sus acepciones 11 veces: “Dicho de la leña: Recién cortada del árbol vivo”, “Que aún no está maduro” o “Pastos del campo para el ganado”, por citar. Pero también hay alusiones menos lógicas y aun y todo con mucha tradición: el verde aludirá al dólar (y no sólo en Cuba); también a los primeros años de la vida o la juventud; la inexperiencia y la poca preparación en las personas; y la falta de perfección en las cosas; junto a ciertos sustantivos relativos a gente connotará inclinaciones galantes impropias de determinados edad o estado (viejo verde y viuda verde; aunque más sonoridad tenga viuda alegre); en piezas literarias verde será indecencia y obscenidad.

Las adjetivaciones por extensión o no, la verdad no son propias del verde. Ya en el español o en otras lenguas los colores aluden no sólo color. Entonces hay domingos negros, y crónicas rojas; un amarillo será el que no acata la huelga, y con rosa se refiere a todo lo que puede vincularse a lo gay.

Pero el verde tiene en nuestro idioma quizás el peso que el azul (blue) en el inglés donde esa música nostálgica y lamentosa se convino en llamar blues, a propósito de una connotación con que los anglosajones dan a ese color: blue es sinónimo de tristeza. Y debe tener el peso que el rojo, para el quechua, lengua en la que en referencia a la sangre, la valentía y la pasión forma redundantemente pukasonjo (corazón rojo), pukallacta (pueblo aguerrido) y pukachuño (persona de nariz colorada).

Volviendo al verde, hay lenguas en las que incluso no sólo no tiene la personería de la que goza en el castellano, sino que incluso adolece de un vocablo. El tarahumara y el vietnamita emplean sus voces correspondientes al azul o al amarillo, dependiendo de hacia cual de los dos, de los que finalmente es compuesto, se acerque el tono del verde, cuarto color del espectro solar, color primario aditivo y complementario cromáticamente al rojo, para más luces.

Alphonso de la Luna

AGUAS AL AGUARDIENTE

Denominación genérica de todas las bebidas alcohólicas destiladas, el aguardiente adquiere en la América conquistada personería para los espirituosos efluvios bebibles de la caña de azúcar.

Debe haber venido el primer aguardiente o lo que quedara de él, en un tonel de madera avejentada en el primer barco que surcó el Atlántico hacia lo que los europeos supondrían las Indias. Debe haberse bebido con él para auyentar los miedos a monstruos marinos, y alegrarse la vida entre puro marinero varón añorantes del dulce perfume de faldas. Como quiera que haya sido, acá, ya en las Américas, no pasaría mucho tiempo para que su popularidad se expandiera por sí misma.

Inicialmente importado de España, vía Colón, una vez los primeros brotes de caña que trajeron los españoles a partir del segundo viaje, extranjeros y nativos esperaron con ansias las primeras cosechas para con las adaptaciones del caso (por ejemplo, con serpentines de carrizo y no de cobre en su destilación) localizar su sabor, tanto que 100 años después de su primer sorbo en América, desplazaría como bebida espirituosa –y hasta mágica- a la propia chicha.

Rapidito nomás, el quechua le cedió un nombre. Guarapo. (Jugo de la caña dulce exprimida, que por vaporización produce el azúcar; y, por extensión, el elixir fermentado de ese jugo). Son sus derivados, hijos aun no reconocidos por la RAE, guarapero y guaraposo. Obviamente, el primero para aludir al que se ejercita en su toma; y el segundo, al que aparenta sus efectos. La música ya recogió al primer término en una cumbia que interpretaron Latin Brothers y Joe Arroyo y que cantaba: “Yo vi cuando se marchó / Eva María, la guarapera”.

Entre 40 a 45 de alcohol en su haber, a este aguardiente americano le hemos llamado también y dependiendo del lugar en que se produzca, beba o vomite: yonque, cogollo, claro, clarito, blanco, blanquito, cañazo, cachaza (en alusión a la cachaça, portuguesa)…

En el Perú el mejor aguardiente, insisten los entendidos, se prepara en San Pablo y el mejor cogollo (la primera destilación, un tanto más dulce) en Magdalena, (ambos en Cajamarca), donde le incorporan pulpa de guayaba. Se toma puro en los andes aún, que es como mejor calienta de fríos, y en la costa se disfrazan sus humildes orígenes y su tosco sabor con cáscaras de lima, o jugos hasta de sobre. Sólo en la Selva se madura respetable en maceraciones -con hierbas, troncos y hasta bichos de foresta- que sólo son indignantes en sus nombres, dígase levantamuertos, dígase rompecalzón.

Es raro que siendo el origen, después del vino, de prácticamente todos los licores banderas del mundo, del brandy al whisky y los anisados al pisco, todavía se agazape avergonzado y sea bebido entre sombras.

Alphonso de la Luna

Querer a morir(se)

Por: Luis Alarcón Ll.*
¿Qué hace clic en nuestra mente para que optemos por autoeliminarnos? ¿En que punto fronterizo entre el raciocinio y el descontrol se toma la decisión de irse uno de este mundo por propias manos? Con estas preguntas apabullo a un compañero de trabajo, psicólogo para más luces, y que debe de tener por lo menos aproximaciones a buenas respuestas.
Me advierte que entro en terreno fangoso. “Las personas arman sus propios relatos de su vida; todo lo que crees que es tu vida es un intricado de conexiones y respuestas. Cuando ves que no existen esas salidas de ningún modo, puede que se arribe a una decisión suicida”, me responde Nicolás Valle, director de Psicología de la casa superior de estudios donde laboro.
Entre enero a marzo se han quitado la vida 117 peruanos, de acuerdo a un informe del Instituto de Salud Mental Honorio Delgado-Hideyo. La depresión es la principal causa de estos suicidios, en un 75% de los casos. Motiva a la gente a suicidarse básicamente problemas sentimentales, en un 23.1%; dificultades conyugales, en un 16.2%; y conflictos familiares, en un 15.4%.
Tengo la suerte de trabajar con más psicólogos cerca de mí. Y una me dice que los intentos de suicidios están entre las cinco primeras causas de los problemas de salud mental que ha visibilizado la macroregión norte. Los otros cuatro son: violencia familiar, consumo de drogas y alcohol, depresión y ansiedad. No es raro postular que los cinco ítems se interrelacionen, me aclara.
Si el suicidio es condenado como un despropósito mayúsculo, en una sociedad cuyo valor per se es la vida, sí que ha sido enaltecido a lo largo de la historia con algunas experiencias relacionadas al patriotismo sobre todo (algunas sólo mito); y desde la literatura, con fines románticos: Romeo y Julieta, de Shakespeare, es el texto de amor fatal por antonomasia en esa línea.
De los recientes suicidas peruanos, 46 ha ingerido -en el fatal ejemplo shakesperiano- algún tóxico; los otros han buscado otras vías para irse de este mundo: 49 optaron por ahorcarse; 12 se dispararon a sí mismos; cinco se lanzaron del vacío y los cinco restantes usaron otros métodos no precisados. Los suicidas cada vez más son enamorados no correspondidos y son jóvenes. Vienen de familias en las que el amor quizás no fue ni bien explicado y ni bien ejemplificado, hijos, casi siempre, de matrimonios deshechos o disfuncionales.
Otra novedad: el 65% de los suicidas son varones; 35%, mujeres. “Sufrimos más; pero hacemos coraza ante situaciones extremas”, se enorgullece otra amiga, comunicadora y feminista. Discrepa el psicólogo “No es que nosotros suframos menos: las mujeres tienen una base psicobiológica distinta y mecanismos de expresión mejor a los hombres”. Trabajan todos cerca de mí.

*Director de Escuela de Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Sipán

luisalarconll@gmail.com

Vuelva usted mañana

Por: Luis Alarcón Ll.*
El vigilante que se niega a atenderme en la Dirección de Trabajo y promoción del Empleo, maneja, mientras toma sus alimentos, cualquier argumento digno de un desentendido. Sólo traigo una invitación, nada más, le insisto. Pero él me hace un no con una mano y la cabeza; y dice que solo me atenderán en mesa de partes y que han salido; que me espere… o que mejor regrese.
La burocracia, la mala burocracia, es entendida como el recorrido tortuoso de un documento o expediente, o como el número de personas a las que se debe recurrir para un trámite. Unas veces, la burocracia es un proceso instaurado, formal, aun cuando se sepa que entrampa las cosas y genera costos; otras, es un ejercicio voluntario de dejadez tan coincidentemente practicado al interior de una organización que parece un proceso legítimo. En el Perú, ha acuñado un verbo, “pasear”: te “pasean” cuando te tienen de un lado a otro sin atenderte.
En el Perú hay lo uno y lo otro. Hernando de Soto, descubrió alguna vez que poner un negocio legal tomaba, en idas y vueltas, 289 días y suponía 1,231 dólares gringos. Un estudio del Banco Mundial demostró que los países más pobres son a su vez más burocráticos y puso, hace unos años, una lista negra que encabezaba Haití, seguido de Paraguay, Bolivia, Ecuador, Honduras y Brasil. Se trataba de burocracia instaurada.
La otra burocracia, la de tipo eventual, es peor. Al no saber alguien si se le atenderá en poco o mucho tiempo, si deberá quemar una o varias etapas hasta que se le atienda o tramite una solicitación, se crean climas de desconfianza, amén de modos “creativos” de corrupción de funcionarios, y fuga hacia la informalidad, y en casos extremos la inanición: “no me atienden rápido en el Seguro Social; por eso ni me veo de la columna, manita”, le escucho decir de una señora a otra, que espera a su hijo en la cabina de Internet desde donde escribo estas líneas.
Un estudio realizado por un conjunto de docentes de la universidad donde laboro y 62 alumnos, y que fue presentado en sociedad el viernes, mostró que en 68 pedidos de información a tres dependencias del Gobierno Regional hubo burocracia atosigante, innecesaria hasta en el 88% de los casos.
La burocracia no es un fenómeno nuevo. Cuenta un mito chino que uno de los emperadores que reinó en la Ciudad Prohibida, al verse cansado de que para él mismo llegar a sus edecanes y funcionarios tuviera que tomarle tantos caminos y puertas, ideó un sistema de acceso secreto por el cual estaba más rápido en el lugar indicado; y era así más feliz. Sacarle la vuelta a la burocracia. Ese es el mensaje que nos dejó el emperador, cuando mejor sería cortarla sin más por los sano.

*Director de Escuela de Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Sipán

luisalarconll@gmail.com

Y tu mamá también

Por: Luis Alarcón Ll.*
La madre, claro. La suya y la mía. También la de ellos. Hoy, mañana, siempre. Si es mujer, vale. Si es madre, vale doble. ¿Un discurso forzado? Nada que ver. Ni siquiera tiene que ver mucho con hoy domingo que se le celebra en específico. Se trata de considerar su función, su rol, como uno de los aglutinantes sociales más importantes de la especie. En sencillo, más allá de su papel reproductivo, el formativo y seguidor de su propia prole, sin madres, se sabe, la especie no funcionara como lo hace.
De esta amplitud de madres universales, la peruana –entre las latinoamericanas incluso- es sui géneris. La madre nacional ha pasado, en poco tiempo, de la dedicación exclusiva a sus hijos, a trabajos fuera del hogar sin permitirse el descuido de los suyos. Ha conseguido deshacerse de complejos como el de la inviabilidad de su soltería para tener hijos. Se ha procurado derechos ciudadanos –que siempre mereció- y hoy es política tan o más contundente que los propios varones, y con una honestidad mayor aun.
Un poco de este perfil de madre peruana en cifras: Una mujer jefatura el promedio de las 7`271,387 viviendas nacionales, aunque el estudio de ENDES Continua a 2004, sólo atribuye una cuarta parte a su custodia. Hoy la peruana tiene menos hijos que hace cuatro décadas, de casi siete hijos por madre a entonces hoy apenas se anima a lo mucho a tres. En el Congreso la participación ha crecido 20% desde 1990: de 14 congresistas mujeres que existían en los 90 (5.8%), ahora contamos con 35 (29.16%).
No todo, sin embargo, es color de rosa para las madres peruanas. Por cuestiones de discriminación a su género, resulta más golpeada en todas las lacras. Por ejemplo, la pobreza y el desempleo (baste decir que en el primer trimestre de 2007 sólo en Lima el desempleo afectó al 11,1% de la PEA femenina y al 8,7% de la masculina). Y aun es alto el índice de embarazos no deseados ligados a una cultura no cimentada en prevención: menos de la mitad de las peruanas emparejadas se cuida con anticonceptivos. Esto se conecta a que no pocas una vez embarazadas optan por no dar a luz: De acuerdo a Delicia Ferrnado (2004), al año se producen más de 410 mil abortos clandestinos en el país, una cifra in crescendo
También se hace madre más joven cada vez; sólo el 2004, el 12.7% de adolescentes de entre 15 a 19 años estuvo embarazada alguna vez. (cifra que baja a 9.5% en la ciudad, pero que aumenta en zonas rurales a 20.3%.).
Pero una vez madre, la peruana se aferra a su condición de tal. Quiere a los suyos más que a sí misma, extiende los presupuestos bajísimos de la canasta familiar, y perpetúa su cariño, hacia los nietos, por encima de sus hijos a los que además cobija en su casa más allá de cualquier edad promedio en el mundo. ¿No son acaso unas joyas?

*Director de Escuela de Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Sipán

luisalarconll@gmail.com

Tres tristes tigres

Por: Luis Alarcón Ll.*
Son grandes y sus públicos, los ven con admiración. Desde su pedestal de figuras luminosas, la vida del resto de mortales es acaso una experiencia inacabada, fofa, poco atractiva. Entonces la suya la han rehecho con ayudaditas de mucho alcohol, estupefacientes, y otras sustancias que al final han terminado por destruirlos de a pocos. Los últimos quince días el mundo y el país, han recibido la lamentable noticia de que tres de sus ídolos mayores, procedentes de distintas canteras -el pop, la literatura y le fútbol- se han caído fuerte. Y como estaban muy alto, mucho más dura ha sido la caída para Britney Spears, Alfredo Bryce Echenique y Diego Armando Maradona.
Rubia a lo barbie, pininos en el Club de Mickey Mouse, la princesa del Pop –voceada como heredera de la Reina, Madonna, con quien se besó para el escándalo en un show del MTV- inició su carrera adolescente en 1999. Sexy, pero con la voz a medias, la Spears ha vendido 100 millones de álbumes, y se ha llevado varios Grammys a su mansión en Manhattan. Parte de sus millonarias entradas las ha usado en procurarse bodas y divorcios vertiginosos, salidas nocturnas a las discos más in, y los últimos ocho meses, en terapias de rehabilitación por drogas y alcohol. Hace unos días confesó que su cruz la llevó por dentro desde los 16 cuando se inició en una práctica nefasta: la bulimia.
Bryce (Lima, 1930). Peruano de exportación. Autor de libros impostergables como Un Mundo para Julios. Dipsómano confeso con vodka en mano. El escritor ha caído en desgracia mayúscula, cuando, pruebas al canto, ha sido desenmascarado como un plagiador de líneas mayores, y un tonto menor, porque ese ejercicio, el de plagiar nada menos que en El Comercio, se esperaba a estas alturas de su partido en las letras, de quienquiera con menos inteligencia para creer que en tiempos de comunicación en tiempo real y al golpe de un clic del mouse iba a pasar piola sin que nunca se le descubriese. Pero el hiriente se ha mostrado herido: ha renunciado al diario que lo acogió y ha anunciado que luego dará explicaciones. Tendrán que ser muy buenas.
"El Diez" o "Pelusa" es considerado el mejor jugador del Siglo según votación realizada en la web de la FIFA. Mundial Juvenil de 1979, y Copa Mundial de 1986, Maradona pasó del Boca al Milan y cruzó charco y superó pobreza. Procedente de un barrio menor, chiquito nomás, el Diego se hizo grande desde el balón. Nadie lo bailaba tan bien como él en una Argentina donde el fútbol te puede llevar bien alto. Pero a él la cocaína lo llevó bien bajo. Retirado de la blanca, hace unos días se supo que recayó por enésima vez. Su médico ha dicho otra cosa. Nadie le cree ya, como en la fábula del lobo.
¿Por qué ocuparnos de estas tristes tres grandes caídas (o recaídas)? Porque se trata de ídolos y lo que hagan tienen una repercusión en quienes los admiran, les siguen sus huellas, los ven como ejemplo. O los vieron al menos.

*Director de Escuela de Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Sipán

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Querer a morir(se)

Por: Luis Alarcón Ll.*
¿Qué hace clic en nuestra mente para que optemos por autoeliminarnos? ¿En que punto fronterizo entre el raciocinio y el descontrol se toma la decisión de irse uno de este mundo por propias manos? Con estas preguntas apabullo a un compañero de trabajo, psicólogo para más luces, y que debe de tener por lo menos aproximaciones a buenas respuestas.
Me advierte que entro en terreno fangoso. “Las personas arman sus propios relatos de su vida; todo lo que crees que es tu vida es un intricado de conexiones y respuestas. Cuando ves que no existen esas salidas de ningún modo, puede que se arribe a una decisión suicida”, me responde Nicolás Valle, director de Psicología de la casa superior de estudios donde laboro.
Entre enero a marzo se han quitado la vida 117 peruanos, de acuerdo a un informe del Instituto de Salud Mental Honorio Delgado-Hideyo. La depresión es la principal causa de estos suicidios, en un 75% de los casos. Motiva a la gente a suicidarse básicamente problemas sentimentales, en un 23.1%; dificultades conyugales, en un 16.2%; y conflictos familiares, en un 15.4%.
Tengo la suerte de trabajar con más psicólogos cerca de mí. Y una me dice que los intentos de suicidios están entre las cinco primeras causas de los problemas de salud mental que ha visibilizado la macroregión norte. Los otros cuatro son: violencia familiar, consumo de drogas y alcohol, depresión y ansiedad. No es raro postular que los cinco ítems se interrelacionen, me aclara.
Si el suicidio es condenado como un despropósito mayúsculo, en una sociedad cuyo valor per se es la vida, sí que ha sido enaltecido a lo largo de la historia con algunas experiencias relacionadas al patriotismo sobre todo (algunas sólo mito); y desde la literatura, con fines románticos: Romeo y Julieta, de Shakespeare, es el texto de amor fatal por antonomasia en esa línea.
De los recientes suicidas peruanos, 46 ha ingerido -en el fatal ejemplo shakesperiano- algún tóxico; los otros han buscado otras vías para irse de este mundo: 49 optaron por ahorcarse; 12 se dispararon a sí mismos; cinco se lanzaron del vacío y los cinco restantes usaron otros métodos no precisados. Los suicidas cada vez más son enamorados no correspondidos y son jóvenes. Vienen de familias en las que el amor quizás no fue ni bien explicado y ni bien ejemplificado, hijos, casi siempre, de matrimonios deshechos o disfuncionales.
Otra novedad: el 65% de los suicidas son varones; 35%, mujeres. “Sufrimos más; pero hacemos coraza ante situaciones extremas”, se enorgullece otra amiga, comunicadora y feminista. Discrepa el psicólogo “No es que nosotros suframos menos: las mujeres tienen una base psicobiológica distinta y mecanismos de expresión mejor a los hombres”. Trabajan todos cerca de mí.

*Director de Escuela de Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Sipán

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Poca cancha la de Canchaya

Por: Luis Alarcón Ll.*
Elsa Canchaya, congresista de la República, se dice inocente. Después de conocerse su escándalo, en su defensa postergada -para limpiarse de las acusaciones de haber empleado como asesora a su doméstica de años- ha aludido más bien actitudes y no razones. Dice que la persiguen y se la agarran con ella y la pobre chica porque es empleada del hogar, humilde y no una mujer bonita… y otras falacias tan o más insulsas.
Representante de Junín, Canchaya a todas luces ha cometido una torpeza de iniciada que no parece condecirse con las habilidades que por lo menos tuvo que tener para ser por varios años notaria en su alturas. Emplea a Jacqueline Simón Vicente como asesora en temas de titulación de tierras, y luego pide unos días a la comisión de ética para preparar su defensa; al enfrentar al Parlamento no tiene respuestas para precisar qué clase de consejo le puede dar una humilde mujer sin mayor instrucción, y que finalmente es otra oficina la que contrata al personal, y que allí debieron filtrar a su doméstica de cabecera.
Los perspicaces ven en la contratación a la doméstica una suerte de arreglo bajo la mesa: en realidad el destino del sueldo no sería para la empleada. A Canchaya la payasada-jugada le puede costar más caro que la expulsión de su partido, el PPC, y su renuncia presionada como titular de la Comisión de Vivienda del Parlamento. Las acusaciones en su contra se prevén en el Código Penal, en artículos cuyos números debe recordar como abogada (381, 438,196) y cuyo detalle no es necesario precisar, si lo reducimos en que se traducen en multas y simplemente cárcel.
De acuerdo al barómetro global de Transparencia Internacional sobre percepción de corrupción por sectores, en el Perú, los mismos peruanos ubicamos a los congresistas con 4,3 puntos en promedio en una escala donde 1 es nada y 5 es lo máximo. En el país, la corrupción a nivel de parlamento es vista como una de las dos más altas solo antecedida por la que en primer término ocurriría en el Poder Judicial.
Uno de mis jefes, en conversaciones sobre el caso Canchaya me recuerda que en la política y los políticos la tentación por la corrupción termina por hacerles ceder y me resume un chiste que retrata, con las licencias obvias del humor, lo que pudiera ser una exageración: Un hombre busca en un amigo un trabajo para su hijo, más bien sin currículo. El político le dice que no hay problema, que le da puesto de asesor con 10,000 soles de sueldo; al amigo le parece excesivo y le pide algo más modesto. El político le dice que… “como funcionario”, y que ganará entre 4,000 a 5,000 soles. “Aun es mucho para él, la verdad –insiste el amigo-, si mi hijo apenas tiene estudios… mejor un trabajito menor, por ejemplo en logística o en almacén”. Y el político lo corta sin miramientos: “Ah no, no. Para esos casos se entra por concurso, caramba”.

*Director de Escuela de Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Sipán

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Odiar a matar(los)

Por: Luis Alarcón Ll.*
Un tristísimo como ilógico suceso acaecido el lunes último, la masacre en Virginia Tech, nos da coincidentemente para una suerte de secuela del artículo que el domingo pasado vestía esta página, en este mismo lado izquierdo y con la misma foto (del autor) que lo encabeza. Lo titulé Querer a morir(se); tocaba los suicidios y sus complejos móviles. Hoy queremos lo mismo con los homicidios, y no los cortos en número, sino más bien los grandes en tamaño, los genocidios.
No tengo ahora a tanto psicólogo cerca para molestarlos otra vez con cuestiones como: ¿Qué lleva a un individuo más bien de mediana proyección a procurar un baño de sangre ajena? ¿En que punto se endiosa como para que –con una autoridad estúpida e ilusa- se faculte una matanza a mansalva? ¿Por qué nadie (psicólogos, consejeros, familia) vio su evolución perniciosa a tiempo de arrancarle sus ganas sangrientas y evitar desenlaces fatales?
Una especialista, coordinadora de internados de psicología, me auxilia: “Son simplemente sujetos con serias, bien serias, dificultades de adaptación, y que buscan con las muertes de otros justificar su poco o nulo éxito en la vida, por lo demás, a veces sólo percibidos por ellos”.
Reviso casos. Veo que a lo largo de la historia hay por lo menos dos tipos. Están los genocidas abiertos, visibles. Son casi una especie en extinción. Y los ampara o amparó el poder político, que podían ejercerlo con los límites que solos se los daban ellos mismos o algún otro que les dijo basta por vía igual de violenta. De Atila a Hitler, de Calígula a Duvalier, hay varios ejemplos nefastos de tipos terribles, enfermos en su ilusión todopoderosa. Tiranos al fin y cabo.
Los otros son los de perfil bajo. La “autoridad” para ajusticiar con sus manos a un colectivo la han abrazado secretamente hasta que el secreto les ocupa más espacio en las entrañas de lo que éstas pueden albergar. Entonces estallan y en su estallido figurativo se llevan a buena parte de inocentes. Han existido siempre, pero en la edad contemporánea y los últimos siglos su número se ha potenciado gracias a los avances en tecnología bélica, por un lado, y a una sociedad más encriptada en su socialización, por otro.
Casi todos son hombres (Richard Angelo, Gary León Ridway, Jeffrey Dammer; ahora mismo, Cho Seung-Hui); muy pocas, mujeres (Erzebeth Bathory, Charlote Bryant). En los asesinos al acecho, las vías pueden ser 1) los crímenes sucesivos que se juntan como trofeos de guerra, tal como el Carnicero de Milwaukee que inducía al sexo a muchachos, los mataba y los comía luego; o 2) la matanza intempestiva, como la de este último sur coreano que en un desvarío atroz, que nadie habría querido que se concretase, puso el récord de crímenes a estudiantes con 33 universitarios muertos de un queco.

*Director de Escuela de Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Sipán

luisalarconll@gmail.com

Harvard dixit

Por: Luis Alarcón Ll.*
Si bien la noticia no ha tenido por estos lares el revuelo que merece (porque, entre otras razones los valores noticiosos son, por acá, otros), tarde o temprano terminará afectando lo académico: Harvard, sino la más tradicional, sí la más prestigiosa universidad de los EE.EE. y una de las más más del mundo, acaba de anunciar un cambio en su plan de estudios; nada menos que por primera vez en tres décadas.
La reestructuración de su currículo, responde a que “una persona educada debería tener un cierto conjunto de capacidades: interpretativas, de resolución de problemas y capacidades críticas para ayudarles a atravesar el mundo", ha explicado Alison Simmons, copresidenta de un panel ad hoc.
La educación en general y la universidad en particular han cambiado bastante desde que aparecieron como consecuciones en la historia del ser humano. Los cambios rara vez han sido dramáticos. Más bien lentos y progresivos. Hoy cuesta mirar atrás, por ejemplo, y saber que los profesores de menores (pedagogos), fueran en la Grecia clásica, simplemente esclavos.
La universidad ha cambiado también. Y mucho. Sólo desde sus planes de estudios, por ejemplo, la universidad medieval, apenas naciente y por varios siglos, consideraba dos grandes áreas del saber agrupadas en el trivium y el cuatrivium. El primer bloque correspondía a tres subáreas de letras: gramática, retórica y dialéctica; y el cuatrivium, a cuatro ciencias: música, álgebra, geometría y astronomía. Hoy casi ningún académico metería a la música en el saco de las ciencias; y a la astronomía, la movería hacia las especializaciones.
Graciela Risco, médico y autoridad universitaria de la Universidad Peruana de Ciencias nos hablaba, alguna vez, cómo la enseñanza universitaria ha cambiado en todo, no sólo en planes curriculares: “en métodos, en dimensiones (la idea del campus se desagregó), en llegada social (se democratizó) y en sus relaciones de mercado (las oficinas de marketing de las universidades prácticamente no existían hace 20 años)”
Maria Teresa Quiroz, Presidenta de la Federación Latinoamericana de Facultades de Ciencias de la Comunicación, reflexionaba sobre los currículos cambiantes. “Cambiamos tantas veces de planes de estudio como respuesta a los entornos cambiantes; pero debemos llegar a fórmulas para que esos cambios sean más flexibles”, sentaba. Me cuentan que una escuela académica de una universidad en Trujillo maneja en paralelo… ¡cinco planes curriculares!
Pero Harvard es Harvard. Y que los cambios se hagan en su seno mueven el avispero. “Todo lo que sucede allí tiene efectos a lo largo y ancho del mundo académico”, analiza Rebecca Knight, del diario El Universal de México.

*Director de Escuela de Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Sipán

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Este mundo va

Por: Luis Alarcón Ll.*

Buena parte de los grandes cambios de percepción y reacción que se viven hoy en día se deben a la Internet, a lo digital, lo virtual. Si el mundo no es más tan “inmóvil” como hasta 50 años o cien, allí hay una causa… o un culpable. Las formas de convivencia, la tecnología, las relaciones personales y las institucionales fluyen y se superponen de un modo como en ningún otro periodo de la historia, y de eso apenas estamos siendo concientes porque todo, precisamente, ocurre tan rápido que apenas nos da tiempo para la reflexión.
Un informe de enero de 2007 de la consultora de tendencias online e-Marketer, nos datea que unas mil ochenta millones de personas navegan por Internet en todo el planeta. Eso es el 16.6% de la población mundial. EE.UU va a la cabeza en número de usuarios, y es uno de los países que lidera también en cifras relativas; aunque Corea del sur con el 70.5% de su población sea el país que porcentualmente más se conecte a la red. En realidad, la media porcentual para los que no están en récord (la lista se centra en 15 países) es de 16.6%. Perú está en ese “los otros”, y tiene según Osiptel, un 17% de usuarios en relación a la población nacional.
Pero la reflexión va por otro lado: cómo la Internet y todo lo que ello significa influye y ha determinado toda la existencia de ese amplio casi 83% mundial, y también nacional, que aun no tiene acceso o simplemente no usa la red. O sea en otras palabras: la red penetró incluso ya la estructura social de una mayoría de humanos a partir de una minoría. Paradójico.
Hace unos días, en un seminario taller sobre metodología de la enseñanza de la comunicación, al que fui invitado, Mario Gutiérrez, investigador del fenómeno de lo digital desde lo audiovisual, sentaba cómo sobre todo los jóvenes –curiosamente el grueso de sus navegantes frecuentes- han visto respaldado su ritmo de vida con la velocidad virtual que supone Internet. “Hoy los jóvenes viven el “antes de”. Antes de terminar el colegio, ya pueden haber ingresado a una universidad; antes de haber terminado la universidad, ya están trabajando; antes de casarse, ya tienen hijos...”, nos divertía en una sucesión en cadena.
La red de redes es la tecnología de penetración más potente de la historia: tardó menos de cuatro años en lograr sus primeros 50 millones de adeptos cuando a la radio y a la TV le costaron 38 y 50 años, respectivamente. Y su crecimiento e influencia conoce apenas la punta de un iceberg, a decir del promedio de los analistas.
Aunque aun, como se lee a partir de las cifras, no es masiva ni totalmente democrática, hay que estar listos mal que bien para cuando lo sea. Uso una letra de una canción de Bosé para pedirle a nombre de todos una tregua: “El tiempo pasa y no de largo y hay quien no se entera (…) dame al menos el tiempo que respire (…) dame al menos el tiempo de despedirme”

*luisalarconll@gmail.com

sábado, 21 de junio de 2008

La muerte ronda este oficio

Por: Luis Alarcón Ll.*
Sólo hasta hace un sábado, si descontamos el de ayer, el Perú permanecía en blanco por dos años en cuanto a asesinatos a periodistas. Miguel Pérez Julca (Jaén, 38 años) ha quebrado la estadística. De paso, nos ha traído a la mente que éste sigue siendo uno de los trabajos más riesgosos y perseguidos del mundo; acá como en la cochinchina y si bien el corolario no es necesariamente la muerte, bastante cercana anda pisándole los talones a quienes solamente buscan informar, revoloteando el avispero muchas veces, es cierto, porque la verdad anda con frecuencia encaramada en algún resquicio de corrupción.
“El Nuevo Mundo sigue siendo una zona de riesgo para la prensa, incluso a pesar de que la libertad de informar está oficialmente reconocida en todos los países, con excepción de Cuba”, reza el informe 2006 - Américas de Reporteros sin Frontera.
Hay otros reportes que ponen números en claro. Entre enero a agosto de 2006, según la Oficina de Derechos Humanos del Periodista (OFIP) de la Asociación Nacional de Periodistas del Perú, los ataques a periodistas en el país llegaron a 109 ( todo el 2005, se registraron 115). De los ataques se registraron 24 amenazas, 64 agresiones, dos presiones jurídicas, cuatro presiones administrativas, ocho detenciones arbitrarias, una traba a la circulación de la información, un robo y cinco trabas al acceso a la información.
El Instituto de prensa y sociedad (IPYS) lleva sus propios conteos y los relaciona a una política de alertas que publica en su web y otros medios: “Durante el 2006, hubo un promedio de ocho agresiones al mes contra la prensa. Ancash ocupa el primer lugar con 34 denuncias, seguida de Lima con 20. Desde el 2003, ambas regiones se ubican entre las dos primeras donde ocurren atentados contra la libertad de prensa.”
Una colega me insiste cerca: “no te esfuerces, se trata obviamente de un subregistro”. Sí, a diario los periodistas se someten a que las fuentes, los declarantes, las oficinas de información les nieguen el derecho que tienen como ciudadanos y profesionales –vinculantes además con la sociedad- y que lo hagan con mayor o menor violencia. El caso Ritter que por partida (o patada) doble, agredió a dos reporteros de Magali Medina, sienta además que en muchos casos los agredidos son la mayoría de las veces, anónimos.
Pero la verdad tienen nombre: ayer fue Miguel Pérez Julca, y hace dos años, Antonio de la Torre y Alberto Rivera. La cuenta sigue en regresivo. Miremos adelante; el Consejo de la Prensa Peruana ya alertó que los próximos caídos, también de Jaén, pueden ser José Vásquez Malca y Walter Altamirano, y un caso de Chimbote, sienta IPYS, es preocupante, el de Marilú Gambini, continuamente amenazados. ¿Estamos esperando a la próxima víctima?

*Director de Escuela de Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Sipán
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Este otro Jesús

Por: Luis Alarcón Ll.*
Dos mil siete años después, es claro que Jesús es siempre el mismo pero también otro. En los últimos años, la figura del personaje más influyente de toda la historia humana, ha conocido la arremetida de algún importante material conjetural, procedente de investigadores, cineastas y ficcionistas, que han revisado su paso por este mundo. Y han sacado chispas con ello.
El Código Da Vinci, novela de dudosas bases históricas, ha sido ese primer hito. Dan Brown en realidad sólo compiló las propuestas de varios otros conjeturantes para un triller policial en el que se exacerba la terrenidad común del Hijo del Hombre: Jesús habría tenido mujer, la Magdalena, una hija, y toda una casta de seguidores secretos protectores del secreto –el Priorato de Sión-, como también, una guardia alzada en su nombre –los caballeros templarios- desaparecida por el clero tradicional. Aun cuando se vendió como ficción, la historia vendida por millones en todos los idiomas, sacó roncha en las cúpulas mismas de la iglesia católica y en los miles de seguidores fieles de Cristo.
Más peso en el replanteamiento de quién fue Jesús, tuvo el año pasado la publicación de “El Evangelio prohibido de Judas”. Un antiguo texto cóptico descubierto en los setentas, en forma de papiro y que data del siglo IV, fue puesto a la venta a coleccionistas norteamericanos y europeos por décadas, tras su oscuro hallazgo en la zona de al-Minya, Egipto. Traducido por el suizo Rodolphe Kasser, de la Universidad de Ginebra, el mayor experto textos cópticos, el evangelio fue revolucionario: Judas habría sido el discípulo más destacado de Jesús, conocería a diferencia de los otros 11 el verdadero sentido de una religión de la que hoy se perdió la esencia, y habría actuado según la voluntad de su líder para cumplir con la salvación del mundo.
Un tercer documento es el que los cineasta James Cameron y Simcha Jacobovici presentaron hace unas semanas vía Discovery Channel: El Sepulcro olvidado de Jesús: una tumba hallada en Talpiot, podría haber albergado no sólo su cuerpo, sino también el de Magdalena, “Mariamene e Mara” (versión en griego de María) y quizás hasta el hijo de ambos, irónicamente llamado… Judas. Carney Matheson del laboratorio de Paleo-DNA de la Universidad Lakehead, Ontario, condujo un análisis de ADN mitocondrial a restos de “Jesús hijo de José” y “Mariamene e Mara”, encontrados en los osarios. No había relación maternal, por lo que es bien probable que dada las condiciones de entierro hayan sido esposos. Los escépticos han respondido: Jesús, Judas, María, eran nombres comunes en la Galilea del ciclo I. Los estadísticos han retrucado: la combinación de los tres es poco probable.
Hoy el Jesús místico se choca con un Jesús histórico que es revisado con la ayuda de la ciencia y el despojo de fe. Pero paradójicamente eso no le resta los aires de divinidad que nadie sobre este mundo ha logrado en dos milenios.

*Director de Escuela de Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Sipán
luisalarconll@gmail.com