martes, 12 de agosto de 2008

Política y distancias de discurso (I)

Aunque sí debiera indignarnos, en el Perú no debe sorprender tanto que los políticos en funciones se muestren precisamente en la práctica, distantes de sus discursos de campaña y promesas, a veces incluso en contraposición absoluta de lo que como conducta honesta se espere de ellos.
Por eso que Lourdes Flores, candidata del capitalismo progresista, haya llamado en rebote al ahora mandatario “Presidente de los ricos”, es comprensible para entender a quien ya una vez, entre 1985 y 1990, se metiera sus palabras de candidato al bolsillo para pedir estatizar la banca entre otras perlas. Hoy, un APRA bien capitalista parece la sombra de lo que Haya delineara como ideología marco hace más de 50 años.
Antes y después de García otros gobernantes se habían alejado de sus discursos previos al sillón presidencial. Recordemos solamente estos electos por voto popular: cuatro veces mandatario, Ramón Castilla y Marquesaza, tuvo que tragarse los sapos y culebras que supuso la sorpresa de una nueva Constitución (1956) y que desató tremenda guerra civil de dos años.
En su gobierno de 1868 a 1872, José Balta permitió que su ministro de hacienda, Nicolás de Piérola, entregara la explotación del guano de las islas a la casa judio-británica Dreyfus, y despertó con ello las iras de los oligarcas limeños. Balta fue populista, con la plata levantó obras de grata recordación, pero dejó un forado de reendeudamientos con sus concesionarios que la historia no sabe perdonar.
Manuel Prado y Lavalle hereda en 1872 una economía endeble que, una vez más en la historia de los mandatarios elegidos, le hace ir contra sus el rigor de la palabra empeñada y establece estancos al salitre que termina tiempo después estatizando porque de todas maneras la plata aún no alcanza a la hacienda pública.
La historia se divide para certificar si Mariano Ignacio Prado Ochoa para su tercer gobierno que iniciara en 1876 se fuera a Europa con un botín dizque a comprar armas en 1879 para la Guerra del Pacífico, avivada y asumida por él, dejando presidente interino y regresando sólo cuando los fuegos de la confrontación habían cesado.
Y ya conocemos el caso de Fujimori porque es historia reciente; de entrada en su primera elección, en 1990, no demoró nada en desdecirse de sus promesas electorales para embestir con su famoso y malhadado Fujishock, un remezón a la economía cuya fórmula había “tomado prestado” de su rival de justas, Mario Vargas Llosa, a quien fustigó con un catastrofismo que hizo cambiar nada menos que el curso de una historia que parecía cantada…

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