martes, 12 de agosto de 2008

Flor que abre, flor que cierra

Con el nombre de Proyecto Cucarda, la docente y los alumnos de un curso de comunicación para el desarrollo entregaron a la Escuela que dirijo hace sólo una semana su proyecto acreditable, una suerte de evidencia traducida en hechos mismo de su experiencia de cuatro meses académicos. No fue ni una entrega simbólica ni cerrada; más bien todo lo contrario, en público y a viva voz aunque sus ecos, por lo menos ahora, hayan sido no tan sonoros.
Cucarda basa su esquema en varios componentes interesantes. Por ejemplo, un cortometraje ficción que grafica la historia de un niño que debe debatirse entre ir la escuela o trabajar en una combi. Se llama El Gol de Tomás y sus lecturas son semánticamente ambiciosas, no solo se alude a un gol futbolístico, que se da en el vídeo, sino también a una meta, un propósito mayor. Este producto se proyecta en parques de sectores en los que justamente el trabajo infantil es parte de su realidad. A esto se llama video plaza, pero también se hará lo mismo en varias escuelas.
El proyecto Cucarda, que sigue con una agenda para medio año más, focaliza su atención pues en diseñar una hoja de ruta orientada a promover acciones de sensibilización dirigidas a esa población vulnerable que es la infancia y adolescencia que trabaja así como a varios otros actores involucrados en la problemática (padres y madres de familia, empleadores, autoridades, etc).
El grupo que lidera Ana Calderón, conocida promotora de derechos en sectores menos favorecidos, ha querido centrar la atención en esta realidad toda vez que el trabajo infantil y adolescente, contrario a ser una salida a ser pobres, aleja a los niños(as) y jovencitos(as) de sus intereses etáreos y, porcentualmente, les cercena el futuro, en lo que los especialistas llaman la espiral de la pobreza, con esta lógica: el niño es pobre - el niño trabaja – el niño no aprovecha la escuela - el niño se vuelve adulto – el adulto sigue pobre…
La infancia y adolescencia suman el 37% de los peruanos. Unos dos millones de niños y niñas trabajan en el país. Según el INEI, sólo en Lambayeque, departamento con mayores índices en ese problema, la cifra llega a 70 mil.
El bautizo de cucarda a esta experiencia, que sólo por sus motivaciones merece ya sus aplausos, nació de una analogía. Ana me cuenta que se eligió porque la cucarda es una flor que en condiciones favorables se abre al mundo, y florece en su esplendor; pero puede replegarse y no crecer si su ambiente no es el más propicio. En efecto, a los niños y adolescentes les puede pasar lo mismo.

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