miércoles, 28 de enero de 2009

La Urraca y la paloma

Fue abrupta la defensa que el primer mandatario, Alan García, hiciera a media semana de la trasgresora conductora de TV, Magaly Medina, rápidamente dos posiciones opuestas (una sobre la permisividad que se otorga el Presidente, y la otra en dirección exactamente al contrario), y un traer a la agenda un caso judicial que iba perdiendo notoriedad noticiosamente hablando.
Las palabras de García Pérez pueden para unos resultar una voluntad de ser mejor defensa que la que a la periodista le procura Nakasaki, su abogado. Pero no a pocos el exabrupto presidencial puede ir en contra de lo poco o nada que Medina ha conseguido de una sentencia judicial que le es adversa.
Con todo, el mandatario no debería defender a quien la primera fustigadora de vedetes y futbolistas ampayados por razones al menos de dos órdenes. Unas van por lo ético-morales. Por más simpatía que despierte en él, la pelirroja. ¿es sensato para el líder de una nación defender a quien encarna la intromisión en la vida privada de los otros?¿Es políticamente correcto abogar por quien de algún modo es la imagen viviente de la calumnia y la difamación? Con su postura de buena gente, el Presidente no le está dando el mejor ejemplo a una nación que, en efecto, en varios de sus sectores, se regodea en el chisme y el raje.
También están las razones de orden democrático y de gobernabilidad. No es ciertamente lo mejor que un poder se entremeta en otro, en ese caso el ejecutivo metiendo las narices en lo judicial, por más que la referencia haya sido lanzada de un modo tan informal, como una simple opinión.
Los mensajes velados, los dardos subliminales son una costumbre del mandatario, me recuerda Augusto Álvarez Rodrich, el célebre periodista despedido de Perú 21, el sábado, después de una conferencia a la que lo hemos invitado; es decir antes de la defensa verbal de García a Medina.
Pone de ejemplo que cuando un periodista de RPP le plantea al Jefe de Estado alguna cuestión “incómoda”, éste le reprende con severidad que el dueño de la radio no haría tal pregunta. Este sería una manera de querer acallar nada menos que la libertad de expresión de un profesional de la prensa.
Como quiera que sea y si solo atendemos al capítulo reciente, no hace bien a la democracia que el Presidente quiera meter su cuchara en un caso polémico donde su opinión más bien vuelve a polarizar. Tampoco el que la ministra de justicia tenga que aclarar las intenciones del mandatario en tanto su viabilidad operativa, pues un indulto (si ese sería el camino que se quisiera tomar para sacar de prisión a Medina) no procede porque la conductora ha apelado su caso. En resumen, el Presidente debió medir su afecto hacia la urraca y no abrir la boca para un tema precisamente de idas de boca.

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