miércoles, 28 de enero de 2009

Falsas buenas noticias

Un viejo cliché, usado en los predios del periodismo reza que para que un hecho sea noticia debe de tener un coctel de, más o menos, estos ingredientes: sexo, dinero, mentiras. No en vano, García Márquez ha dicho que “El periodismo es el deslumbramiento de la noticia.”
El miércoles 12 de noviembre pasado circuló en los EE.UU. una edición única del celebérrimo New York Times íntegro de buenas nuevas. Por el ciberespacio su versión digital podía verse desde cualquier computador del planeta. La noticia estrella, abridora de página, era “Termina la guerra de Irak”.
Los contenidos eran, obviamente, falsos, mismos que de por sí, por su abrumadora bondad son impensables al menos juntos en el mundo de ahora, ayer y siempre (recuerde usted la letra de esa salsa que importalizó Lavoe, “el mundo reza que reza/ pa´que se acabe la guerra/eso no se va a acabar/eso será una rareza”). Pero además por una pista escrita en cada página en letra de ocho puntos, la fecha de edición: 4 de julio de 2009.
Se trató de una travesura bien montada por un grupo de activistas, que justificaron la edición hechiza en que en los últimos ocho años se la pasaron soñando con un mundo mejor. Y que era una suerte de llamado de atención tanto a los ciudadanos como a los políticos –llamado directo al nuevo mandatario de los EE.UU. Barack Obama- para que tomen las riendas de un verdadero cambio.
En “Periodismo, noticia y noticiabilidad”, la profesora Stella Martini, recuerda que el periodista no sólo “escribe” sino que construye la información, entendida esta construcción como una tarea valorativa, interpretativa. Pero como en todo proceso humano, los mandatos, axiomas para llegar a ellos, se vuelven un corsé que puede inclinar la balanza de las cosas hacia un lado. Eso puede estar pasando con las noticias, al dejar porcentualmente de lado aquellas que precisamente son o pueden ser buenas noticias.
En esa vorágine que encierra a los procesos de la información periodística, potenciada además ahora por el boom de nuevas tecnologías, la mirada hacia lo positivo suele ser menor, ínfima, incluso, no pocas veces, inexistente. Algunos medios que reparan en ello se ponen cuotas de “buenas noticias”, para oxigenar la idea ante los lectores de que el mundo es enteramente malo.Hago este ejercicio de reflexión como un compromiso de parte. Ante los alumnos de un curso taller de producción y redacción periodística, les he venido alentando -sin querer justifico- que el país es un todo maravilloso para el periodismo porque nunca faltan accidentes, funcionarios corruptos, obras mal hechas que caen por su propio peso, alza de precios y una serie de negativas que sólo retratan un lado de la situación. ¿Y si vemos el mundo con mayor optimismo? Seguro, confío, que del mismo cuero sacamos más correas

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