miércoles, 3 de septiembre de 2008

Sexo, pudor y lágrimas

No hay ninguna ninguna presión de última hora para la reunión sosegada que el miércoles sostuviéramos un grupo de directivos de la casa superior de estudios en que trabajo y la coordinadora regional del Programa nacional contra la violencia familiar y sexual. Pero la cita no era menos urgente: hay una cotidianidad tan “familiar” en el maltrato hacia la mujer (y con ello sus alcances a todo el hogar y la sociedad) que se debe de veras tomarse acciones.
El programa en cuestión es uno de los brazos operativos del MINDES, con una preocupación y unas metas específicas como el diseño de un Plan nacional contra la violencia hacia la mujer 2008-2011. Para el emponderamiento del tema y desarrollar actividades específicas como una campaña de sensibilización masiva y la ejecución de investigaciones que expongan esta realidad en sus múltiples aristas, Angélica Musayón, coordinadora en Lambayeque, no duda en tocar puertas como las de la academia.
De hecho, no somos la primera universidad que la recibe. La UDCH ya tiene algún trabajo sostenido y trasversal en sus planes de trabajo por facultades con resultados diversos. Y en la UNPRG una primera investigación de post grado asumida tras un taller de sensibilización, da sus primeros frutos expositivos.
La preocupación de Musayón sobre entender la violencia familiar con un enfoque de género busca además integrar a profesionales de la salud, de la policía por su contacto directo con esta realidad. Y es compartida con la mesa que reúne a expertos docentes, psicólogos, comunicadores y abogados. Los reportes nacionales sobre violencia hacia la mujer denuncian un in crescendo del 30% sostenido anualmente, pero –alguien hace ver en la reunión- puede ser que ahora sólo se esté visibilizando más realmente. Pero de hecho ya es bastante que de cada 10 mujeres ocho experimenten algún tipo de violencia.
Guillermo Segura, coordinador de investigaciones de derecho de la USS, nos da una clase de historia: en alguna época, la iglesia pactó con el estado para que éste lo reglamentara todo excepto el hogar, que quedaba en manos de aquélla. Eso ha arrastrado históricamente la ausencia de lo que podría ser un código familiar que faculte a la ley entrar a cada casa y cada familia; legalmente el robo no existe al interior de los integrantes de una familia viviendo bajo un mismo techo.
El tema, marca nuestra invitada, no puede ser solo importante para el colectivo femenino. Las consecuencias de los problemas basados en género afectan también a los hombres. Por ejemplo, en una relación básica simple, si un hombre impide que la mujer trabaje fuera de casa por cuestiones machistas, acarrea que él deba laborar más, lo que afectará por ende su salud y su esperanza de vida; otra vez las estadísticas son objetivas: hay más viudas que viudos en la tercera edad. Todos sufriendo por aquello que sí se puede evitar.

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