lunes, 23 de junio de 2008

GIROS DEL DESTINO

Las paradojas cierran al revés, exactamente como no queríamos, un proceso, una experiencia o toda una vida.

En alguno de los capítulos de la serie cinematográfica que Pedro Infante filmara como Pepe el Toro (1947 – 1952), su hija adoptada –más bien su protegida sobrina- Chachita (Evita Muñoz), vende sus largas trenzas para procurarse dinero a fin de comprarle un monedero a su desgarbado pretendiente, “el Lata”; antes él se había gastado sus pocas monedas de pelele en la calle para comprar a su amada una peineta. La paradoja arranca las risas de Infante: en el camino a conseguir algo para el otro, ni monedero ni peineta servía a ninguno.

No todas las paradojas son graciosas. Las noticias que dan cuenta de emigrantes muertos en países a los que fueron a buscar el éxito están en ese rubro. Alguna vez escribí para una nota sobre un peruano asesinado a diez y tantas puñaladas en España: “Se fue por una vida mejor y encontró solo la peor de las muertes”.

Las paradojas envuelven contradicción y resultan en corolarios absurdos e inverosímiles que parecen recrearse sólo en la ficción, como en La Perla de Steinbeck , donde un indigente pescador se topa con una perla, todo un tesoro capaz de sacarlo a él y los suyos de la miseria pero que –aquí está a paradoja- es tan grande y valiosa que su sola posesión le trae más bien una serie de problemas que el desdichado no puede afrontar.

La paradoja retrata la vida. Ernesto Sábato analizando la obra de dos grandes pensadores acotó: “Nietzsche afirmó la preeminencia de la vida sobre la ciencia; para él, como para Kierkegaard, la existencia no puede ser regida por las razones, porque la misma vida es contradictoria y paradojal”.

El idioma español no ha sintetizado bien en sus acepciones todo el sentido de paradoja. Los anglosajones lo han hecho mejor desde una frase que se usa de común, “twist of fate”, giro del destino, si traducimos. Shakespeare, qué más inglés que él, amaba las paradojas de la vida. Su obra es, me animo a sostener, una construcción sobre paradojas. Hay paradoja en El Rey Lear y Otelo pero ninguna tan circularmente cerrada como en la más popular de sus piezas teatrales: en es Romeo y Julieta que cada uno se mata por el otro, primero él al creerla a ella muerta; luego ella a verlo muerto al él; no había más salida.

Paradojas redondas. Y dramáticas. Más pequeñas pero paradojas al fin, siempre están para marcarnos el vivir. Esta es típica del amor. La cantaba Barbara Jones y luego Dolly Parton con letra inspiradísima de Randy VanWarmer: “And You left me Just when I needed you most” (“Y tú me dejaste justo cuando más te necesitaba”). Vaya si se salvó de ser letra de bolero

Alphonso de la Luna

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