sábado, 21 de junio de 2008

La muerte ronda este oficio

Por: Luis Alarcón Ll.*
Sólo hasta hace un sábado, si descontamos el de ayer, el Perú permanecía en blanco por dos años en cuanto a asesinatos a periodistas. Miguel Pérez Julca (Jaén, 38 años) ha quebrado la estadística. De paso, nos ha traído a la mente que éste sigue siendo uno de los trabajos más riesgosos y perseguidos del mundo; acá como en la cochinchina y si bien el corolario no es necesariamente la muerte, bastante cercana anda pisándole los talones a quienes solamente buscan informar, revoloteando el avispero muchas veces, es cierto, porque la verdad anda con frecuencia encaramada en algún resquicio de corrupción.
“El Nuevo Mundo sigue siendo una zona de riesgo para la prensa, incluso a pesar de que la libertad de informar está oficialmente reconocida en todos los países, con excepción de Cuba”, reza el informe 2006 - Américas de Reporteros sin Frontera.
Hay otros reportes que ponen números en claro. Entre enero a agosto de 2006, según la Oficina de Derechos Humanos del Periodista (OFIP) de la Asociación Nacional de Periodistas del Perú, los ataques a periodistas en el país llegaron a 109 ( todo el 2005, se registraron 115). De los ataques se registraron 24 amenazas, 64 agresiones, dos presiones jurídicas, cuatro presiones administrativas, ocho detenciones arbitrarias, una traba a la circulación de la información, un robo y cinco trabas al acceso a la información.
El Instituto de prensa y sociedad (IPYS) lleva sus propios conteos y los relaciona a una política de alertas que publica en su web y otros medios: “Durante el 2006, hubo un promedio de ocho agresiones al mes contra la prensa. Ancash ocupa el primer lugar con 34 denuncias, seguida de Lima con 20. Desde el 2003, ambas regiones se ubican entre las dos primeras donde ocurren atentados contra la libertad de prensa.”
Una colega me insiste cerca: “no te esfuerces, se trata obviamente de un subregistro”. Sí, a diario los periodistas se someten a que las fuentes, los declarantes, las oficinas de información les nieguen el derecho que tienen como ciudadanos y profesionales –vinculantes además con la sociedad- y que lo hagan con mayor o menor violencia. El caso Ritter que por partida (o patada) doble, agredió a dos reporteros de Magali Medina, sienta además que en muchos casos los agredidos son la mayoría de las veces, anónimos.
Pero la verdad tienen nombre: ayer fue Miguel Pérez Julca, y hace dos años, Antonio de la Torre y Alberto Rivera. La cuenta sigue en regresivo. Miremos adelante; el Consejo de la Prensa Peruana ya alertó que los próximos caídos, también de Jaén, pueden ser José Vásquez Malca y Walter Altamirano, y un caso de Chimbote, sienta IPYS, es preocupante, el de Marilú Gambini, continuamente amenazados. ¿Estamos esperando a la próxima víctima?

*Director de Escuela de Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Sipán
luisalarconll@gmail.com

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