lunes, 23 de junio de 2008

Poca cancha la de Canchaya

Por: Luis Alarcón Ll.*
Elsa Canchaya, congresista de la República, se dice inocente. Después de conocerse su escándalo, en su defensa postergada -para limpiarse de las acusaciones de haber empleado como asesora a su doméstica de años- ha aludido más bien actitudes y no razones. Dice que la persiguen y se la agarran con ella y la pobre chica porque es empleada del hogar, humilde y no una mujer bonita… y otras falacias tan o más insulsas.
Representante de Junín, Canchaya a todas luces ha cometido una torpeza de iniciada que no parece condecirse con las habilidades que por lo menos tuvo que tener para ser por varios años notaria en su alturas. Emplea a Jacqueline Simón Vicente como asesora en temas de titulación de tierras, y luego pide unos días a la comisión de ética para preparar su defensa; al enfrentar al Parlamento no tiene respuestas para precisar qué clase de consejo le puede dar una humilde mujer sin mayor instrucción, y que finalmente es otra oficina la que contrata al personal, y que allí debieron filtrar a su doméstica de cabecera.
Los perspicaces ven en la contratación a la doméstica una suerte de arreglo bajo la mesa: en realidad el destino del sueldo no sería para la empleada. A Canchaya la payasada-jugada le puede costar más caro que la expulsión de su partido, el PPC, y su renuncia presionada como titular de la Comisión de Vivienda del Parlamento. Las acusaciones en su contra se prevén en el Código Penal, en artículos cuyos números debe recordar como abogada (381, 438,196) y cuyo detalle no es necesario precisar, si lo reducimos en que se traducen en multas y simplemente cárcel.
De acuerdo al barómetro global de Transparencia Internacional sobre percepción de corrupción por sectores, en el Perú, los mismos peruanos ubicamos a los congresistas con 4,3 puntos en promedio en una escala donde 1 es nada y 5 es lo máximo. En el país, la corrupción a nivel de parlamento es vista como una de las dos más altas solo antecedida por la que en primer término ocurriría en el Poder Judicial.
Uno de mis jefes, en conversaciones sobre el caso Canchaya me recuerda que en la política y los políticos la tentación por la corrupción termina por hacerles ceder y me resume un chiste que retrata, con las licencias obvias del humor, lo que pudiera ser una exageración: Un hombre busca en un amigo un trabajo para su hijo, más bien sin currículo. El político le dice que no hay problema, que le da puesto de asesor con 10,000 soles de sueldo; al amigo le parece excesivo y le pide algo más modesto. El político le dice que… “como funcionario”, y que ganará entre 4,000 a 5,000 soles. “Aun es mucho para él, la verdad –insiste el amigo-, si mi hijo apenas tiene estudios… mejor un trabajito menor, por ejemplo en logística o en almacén”. Y el político lo corta sin miramientos: “Ah no, no. Para esos casos se entra por concurso, caramba”.

*Director de Escuela de Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Sipán

luisalarconll@gmail.com

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