lunes, 7 de julio de 2008

Aclaraciones en muchik

Como presidente de la Sociedad Ciencia y Cultura Muchik, el profesor Antonio Serrepe Ascencio hizo llegar una carta a las autoridades de la casa de estudios superiores en la que laboro, en la que a partir de una reflexión de la experta en lengua muchik, Ana Ramos Cabrera, se “observaban” las voces que en la universidad usamos para nombrar nuestras dos revistas científicas, Tzhoecoen y Paian. En mi calidad de editor de la primera tuve al menos que hacer el descargo en lo referido a ésta -sobre el segundo vocablo escribimos “Buscando una casa mochica” (La República 26/05/07) pero para aludir a su iconografía-.
Tzhoecoen se tomó como equivalente a “mensajero”. Ramos Cabrera sentencia que la voz es incorrecta y que se debió usar Fillka, un sustantivo. De acuerdo a su análisis, cuya pericia no ponemos en duda, Tzhoecoen o Tzhaecaem o Tsukum es verbo; de hecho, alude a varios estudiosos para el registro de cada cual de los términos. Pero nosotros también teníamos algunas bases referenciales para la elección. La figura de Tzhoecoen, o las voces que lo componían, es recogida por Gerdt Kutscher en “Arte antiguo de la costa norte del Perú”. Años más tarde, Rafael Larco Hoyle acuña el significado con el sentido de correo o corredor. Es obvio, que por extensión se tenga mensajero, el par que en quechua deberá ser chasqui.
No hay que olvidar que el muchik, lengua ágrafa como hasta ahora se sustenta (todo lo demás son intentos por probar lo contrario), es un todo polémico en la que sus estudiosos no coinciden. Por ejemplo, Larco insiste en que hay un jefe de correos Alex Tzhoecoen, (como recoge Raúl vásquez Sánchez en un artículo de la revista Cuadernos de Comunicación de UCV). Pero sabemos que el debate se ha abierto. El Diccionario mochica-castellano de José A. Salas pretende una unificación pero sus fuentes se distancian, colisionan...
En la evolución de las lenguas, y sin registro, los vocablos pueden degenerarse bastante; y los entendimientos sobre ellas, disgregarse. “A través de la escritura es como mejor podemos rastrear la historia de una lengua”, ha sentado D. Gary Millar, en Ancient Scripts and Phonological Knowledge. Bajo esa premisa, el estudio es muy difícil para la muchik, en tanto sus ramificaciones o localizaciones, amén del peso soportado de un apartheid sistemático que la ha rezagado y ocultado en muchos de sus aspectos.
Coincidimos igual que Ramos Cabrera en el respeto que merecen las lenguas -con escrituras o ágrafas, muertas, o vivas- en la línea de Linell, Olson y Moreno Cabrera; y acotamos lo mucho que la escritura afecta la comprensión de la lengua, algo que puede estar pasando en el entendimiento del muchik. Admiramos a sus estudiosos por tratar de establecer orden al entender una lengua que se ha perdido en la noche de los tiempos y en su propia dinámica. Como ellos, le meremos profundo respeto a una de las manifestaciones de nuestro pasado como la lengua muchik, pero somos consientes de que las precisiones ante ella son difíciles de consensuar.

*Director de Escuela de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Señor de Sipán

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