lunes, 7 de julio de 2008

Mamita, la policía

Hay instancias cuya imagen no mejora entre los ciudadanos. Una recurrente es la de la Policía. Una encuesta del Instituto de Opinión Pública de la Universidad Católica del Perú aplicada a 476 personas de 31 distritos de Lima metropolitana (incluidos Lurigancho, Chaclacayo, Cieneguilla y los balnearios del sur y norte) arroja lo que es un vox populi irreversible: para la percepción ciudadana la policía no anda con buen pie.

De acuerdo al sondeo, los peruanos de a pie consideran malo el desempeño de la PNP en cuanto a prevención de la delincuencia (59%), persecución de delitos (50%), prevención de desordenes (47%). Creen que la PNP es ineficaz en la atención de las demandas de los ciudadanos en un 55% y muy mala en un 14% y ni hablar de lo que se piensa sobre la honradez de la PNP que catalogan como mala en un 54% y muy mala en un 23%. El colmo es esto: los peruanos no creemos en la PNP respete la Ley, hasta en un 58% sería un mal respeto por ellas y un 10% un muy mal respeto.
No se trata de una novedad. Según el barómetro global de Transparencia Internacional sobre percepción de corrupción por sectores, en el Perú, los propios peruanos ubicamos a la Policía entre los cinco estamentos más corruptos, en un triste ranking que antecede el Parlamento y el Poder Judicial, entre otras instancias nada menos que tutelares.
Ser una instancia tutelar y no gozar de respaldo ciudadano es sintomático. En conjunto habla una sociedad poco cimentada todavía y que aun cuando conoce síntomas de crecimiento económico evidentes (que en efecto pasa en el país en estos momentos) no se traducen en lo que se quisiera como verdadera atmósfera de desarrollo.

Le pido una explicación a un analista de fenómenos sociológicos. Me dice que la policía adolece aun esporádicamente de experiencias con los ciudadanos en las que estos últimos resultan perjudicados: por ejemplo la coima si el conductor cometió una infracción; por ejemplo, la desatención (a veces con sorna) a la mujer que quiere denunciar a su pareja porque la golpeó o la amenazó. Eso va sumando y forma un imaginario que -lamentablemente- se construye como un todo. “Todos podemos contar una experiencia así, quizás”.

Sí. Claro. Yo tengo una, le digo. Me atendió bien la policía para un caso de extorsión. Pero tuve que desembolsar un dinero que se supone iría en un sobre delante de billetes falsos para atrapar a los facinerosos. Se armó un operativo, y aunque no se atrapó a nadie, puedo decir que el caso cerró con éxito. Bueno, casi. Cuando quise recuperar mi dinero, entre Villegas y Reyes, solo he recibido largas y compromisos cada vez con menos cortesía de que pasó con lo que puse en sus manos. Lamentable, una buena historia se enloda en un billete de dos ceros.
*Director de Escuela de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Señor de Sipán

No hay comentarios: