lunes, 7 de julio de 2008

El Efecto Downtown

En alusión a lo que significa traducido del inglés, el comentarista de Radio que escucho bromea con que esta vez sí se trata del centro urbano. Con la polémica del cierre de sus puertas, hace unas semanas, por disposición del alcalde de Miraflores, Manuel Masías, y la reapertura efectiva –tras orden judicial- este pasado miércoles, la discoteca en cuestión dispone para el debate varias aristas que entrecruzan derechos de unos y libertades de otros; amén de autoridades que en sus predios traspasan sus fronteras entre sí.
Lo primero nos ocupa. ¿Hasta dónde la diversión nocturna de una parte de la comunidad gay limeña puede enfrentarse con el derecho al sueño (en horas de sueño) de los vecinos de la disco? La defensa de los propietarios se ampara en un utopías fronterizas: los ruidos y escándalos se producen de la puerta para afuera. En realidad, y si somos justos con discotecas tanto hétero como homosexuales u “open mind” (pues no sólo concurre público gay), eso es común a casi todas; el estruendo de los altoparlantes queda siempre atrapado en sus cuatro paredes; sólo fuera es que la vida de fantasía y evasión se choca con una realidad de taxis, bocinas y borrachines que en su euforia ponen más volumen a las cosas olvidando que han pasado el límite.
Pero mal de muchos, ¿es consuelo de tontos? Ese raciocinio lo han usado los defensores de la disco, para acusar de homofobia al alcalde que en sus palabras sueltas más que en sus argumentos de cierre (las entrevistas que ha dado le traicionan el subconsciente) lo pintan como que, para él, la esfera gay es simplemente menos que una minoría.
La comunidad gay existe. Y avanza. En el mundo. En Lima. En Provincias. No la tienen fácil. Acá en Lambayeque, en Chiclayo, sus espacios de diversión se han movido, de tanto en tanto, al amparo de la oscuridad de locales que el colectivo sabía que estaban pero que no querían ver, o lo hacían por encima del hombro. Se ha tratado alguna vez de locales que de día eran salones de belleza y de noche (secadoras arrimadas a un lado) se transformaban en centros de baile hasta que la policía les desbarataba la diversión de un queco; pero luego han sido trasgresoras, y se han abierto discos gay frente a la SUNAT e incluso –con papeles en regla- frente a una estación de la policía.
El derecho a la diversión lo ejercen y bien. Incluso sobre otros mayores por los que se brega y llegan a cuentagotas. El informe de una publicación latinoamericana da cuenta de que sólo cinco países en el mundo (ninguno de Sudamérica) tiene habilitado el matrimonio gay, y que sólo algunos de esta lado del orbe se han abierto al tema como Chile donde desde 1998 la homosexualidad dejó de ser condenada por sus leyes, y Argentina donde en 2002 se aprobó una “unión civil” para parejas del mismo sexo lo que abrió a que en seis municipios más se debata el tema; en México rige la “Ley de Sociedades de Convivencia” que es más o menos lo mismo con otro nombre, como también en Colombia con la Ley de Derechos Patrimoniales.

*Director de Escuela de Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Sipán
luisalarconll@gmail.com

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