lunes, 7 de julio de 2008

¡Alto, no se mueva!

Suena paradójico que en un país, donde la emigración sigue en ascenso (30 mil peruanos salen cada año para no volver, según reportes oficiales), los movimientos internos no sigan la misma línea, en relaciones proporcionales al menos. Los peruanos nos movemos poco al interior, incluyendo en feriados como el largo que empieza este 1 de mayo. ¿La razón? Limitaciones económicas, que cierto han mejorado, pero también por otros factores.

Una razón es la oferta ineficiente de transportes que se encarece por diversos motivos, no sólo en temporadas altas, sino también ante impostergables paros y huelgas o inevitables ensañamientos de la naturaleza, llámese huaycos y lluvias de tamaños regulares que todo lo aíslan y perturban. Otros involucrados del rubro encarecen también sus precios a veces en razones muy por encima de la sensatez (recuerdo hace unos meses que un hotel me quiso cobrar en Trujillo un 25% más de su precio regular por una habitación, por la semana de la marinera, a la que la verdad yo no iba).

Escucho a alguien negarse a salir de Lima el fin de semana próximo porque hacerlo le supondrá el martirio que significa calles en remodelación y el doble de tiempo en tramos de rutina. “Imagínese: debo hacer eso para desplazarme a mi trabajo; para qué hacer lo mismo para ir tres días de vacaciones. No quiero saber como será el atolladero del regreso, el domingo por la tarde, de los que salgan de Lima”.

Entiendo a quien se queja: los políticos, en concreto los alcaldes, justifican los malestares que causan las remodelaciones en las ciudades –como ahora lo hace Castañeda Lossio en Lima- en una política agresiva de obras vecinales, urbanas. Un ingeniero alemán me recordó en un vuelo común, que ingeniería viene de ingenio y que a los constructores peruanos les faltaba eso para sus grandes obras (la verdad medianas nomás) para no afectar tanto el desplazamiento de sus poblaciones. Bob constructor lo haría mejor. Ingeniería verdadera, sentencia, es la que se hace en Nueva York o París, acaso en Santiago de Chile. Qué casualidad, países llamados “desarrollados”.

Otro de esos factores que nos impiden movernos a gusto se presenta en las pocas redes de comunicación física con que el país cuenta a diferencia de otras naciones de América incluso de menores dimensiones territoriales. El Anuario Estadístico de América latina y el Caribe 2006 de la CEPAL reportaba a Perú como el penúltimo país de seis con 78,829 km de carreteras en una lista donde le llevan ventaja Chile, Venezuela, Argentina y México en orden ascendente. Ni siquiera en vuelos “despegamos”: muy pocas compañías aéreas para los apenas 66 millones de km volados al año, casi la mitad de los que vuelan Argentina o Chile, o la sexta parte de lo que vuelan los mexicanos. En esas condiciones –y no sumamos inseguridad ciudadana u otros- no parece tan exagerado autoimponerse una orden de inamovilidad.

*Director de Escuela de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Señor de Sipán

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