lunes, 7 de julio de 2008

Buscando una casa mochica del saber

Con un diseñador gráfico, buscamos un icono para lo que los moches llamaban Paian; “casa del saber”. Con ese nombre se presentará una revista científica de Humanidades; será virtual o sea en línea. Buscar el gráfico para inspirar el logo no es sencillo. Revisamos textos. Hemos encallado en dos libros que el diseñador se ha hecho fotografiar del lente de una amiga suya que ha de quererle mucho pues son cientos de páginas: Iconografía Mochica de Anne Marie Hocquenghem y La Rebelión contra el Dios Sol de Jürgen Golte. Pero los resultados de la búsqueda son pobres.
No es que no hallan representado casas, los moches que todo lo representaban, incluyendo el buen sexo en todas sus formas. Hemos encontrado casas, de techos inclinados y no proporcionados en sus dos aguas, sostenidos por las horquetas de troncos flacos de algarrobos, como hoy se pueden ver en directo en Mórrope o Túcume. Pero las casas están vacías. No hay nada que dentro diga que en ellas habitó el saber. (Algunas casas se agitan entre olas revueltas por dioses o semidioses zoomorfos en una lectura que, neófito en el tema, no me cabe delinear. En otras hay evidentes muestras de sacrificios).
Si la voz existe, debió existir el concepto –reflexionamos con el diseñador- , ¿por qué no se representó como otros hechos de la vida moche? En la pagina 53 del texto de Golte, suerte de mito reinterpretado, está quizás la única alusión gráfica que nos sirva. Es un mochica en medio de una casa. Por las ropas debe de ser un sacerdote o algo que se le asemeje, pero ya no estamos seguros de si lo que sostiene en una mano es una vara o es uno de los algarrobos que, al centro, soporta el encuentro de las dos hojas del techo.
Busco a un arqueólogo especialista en cultura mochica. Luis Chero me ilustra con algo que a la misma arqueología tampoco le queda ciento por ciento claro: los moches como toda cultura antigua –nos referimos a su equivalencia en el desarrollo de la civilización occidental- tuvieron al conocimiento como la propiedad de unos cuantos, el dominio de una elite. Nuestra idea de casa del saber, en el imaginario universitario y de la sociedad del conocimiento, es la de un templo desde donde se irradia ciencia y verdad. Ese pensamiento era antagónico al de culturas dominadoras de capas sociales las que con acceso a información relevante (por ejemplo, el sentido físico y no mágico del movimiento de los astros) hubieran podido no alinearse a regímenes absolutistas, por decir lo menos.
Los moches no eran, en ese sentido, distintos a los asirios, los egipcios, a los propios griegos en algunos periodos de su historia, y tantos otros referentes culturales antiguos. Las casas del saber existían. Pocos, poquísimos, eran los que las habitaban.

*Director de Escuela de Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Sipán
luisalarconll@gmail.com

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