lunes, 7 de julio de 2008

De verdad se miente

Entre la cita clásica de Hitchcock, “el crimen perfecto se comete todos los días” y, salvando las distancias, la apreciación casi doméstica que un desenfado Julio Iglesias le hiciera a la veleidosa Susana Jiménez hace unos meses, “las verdaderas noticias no las tienen los periodistas nunca”, hay unos puntos de coincidencia interesantes en torno a un denominador común: nada menos que la mentira. Y de paso, la falta de acercamiento a la verdad, que es lo que se me ocurre con el caso de la hasta ahora fallida extradición de Fujimori.

Al no dilucidarse un delito desde lo policial y lo judicial (la denegatoria del juez Álvarez para la repatriación del prófugo Fujimori), al no hacerse público un hecho de trascendencia en el plano periodístico (como más bien sí ocurrió para desenmascarar al dictador), lo oculto prevalece sobre la verdad. O sea, la mentira, con o sin ayudaditas, campea; se enseñorea de lo que desde hace tiempo –desde el comienzo de los tiempos, la verdad- es su dominio, el mismo mundo.

Escribí alguna vez que la mentira y los mentirosos andan salpicados en la historia nacional como en la universal (el felipillo traidor de los incas por citar; o el confabulador Rasputín de los últimos días del imperio zarista); en la literatura (Tartufo de Moliere sería el paradigma); y pueblan la magia y la prestidigitación (de Houdini a Coperfild)… o sea, a veces consentimos que nos mientan, algo que podríamos llevar al terreno político.

La mentira y los mentirosos son porcentualmente rara vez desenmascarados. A veces ni con todo el esfuerzo de otros. Entonces sólo queda el mea culpa, pero es muy difícil. Como tras la persecución de su conciencia por haber matado a la anciana agiotista, el Rodion Raskolnikov de Dostoyevski, se entregó a la policiía, y otra vez salvando distancias, la verdad debe haber sofocado el alma del escritor alemán Günter Grass para confesar, antes de cumplir los 80 años, haber servido en las Waffen-SS de Hitler en sus 17 abriles.

La verdad no es una realidad sencilla. Los periodistas Kovach y Rosenstiel han dicho bien al señalar que es una construcción de a pocos, que se va armando en su camino, sorteando barreras como la desinformación, por ejemplo. La verdad, la verdad filosófica, o sea la plena verdad, es casi casi un imposible metafísico. Por eso las otras verdades, la policial, la judicial, la periodística, la verdad doméstica, incluso, ayudan a su consecución.

¿Hay que esperar un mea culpa del ex presidente de doble nacionalidad? Sería rarísimo. Raskolnikov era una invención literaria (o sea una verdad suprarreal); Grass, un tipo al fin y al cabo de una sensibilidad, de una humanidad, de tamaño mayor. La mentira, o la ceguera ante la verdad, están aún del lado del ahora candidato al senado japonés. Quizás sea por poco. Lamentablemente, podría ser para siempre.

*Director de Escuela de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Señor de Sipán

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