lunes, 7 de julio de 2008

Esta nueva música nuestra

No voy a repetir el cliché: “con la muerte de Jhonny Orozco, y sus músicos de Néctar, y Sara Haydé Barreto, Muñequita Sally, el Perú ha perdido dos de sus más representativos íconos de la nueva música chicha peruana”. No por que esté harto de leerlo en los diarios y escucharlo en TV y radio. Sino porque sinceramente pienso que está pasando exactamente lo contrario: en sólo dos semanas, con Néctar y la dolly folklorista en mejor vida, ese género musical, tan difícil de definir, ha conocido el auge que nunca antes tuvo.
“Ya estaban. Pero la mitad del Perú no los veía, no los escuchaba” me corrige un amigo. Ahora su hijo de ocho años tararea El Arbolito. El niño, aplicado alumno de uno de los más pitucosos colegios de Chiclayo, toma un peine y lo rasga sobre un vaso coctelero de metal que en su diseño tiene venas en relieve. Le saca algunos acordes y se acompaña de unos pasos que ha visto en una de las tantas repeticiones que pasan en los programas de folklore muy, muy, de mañana.
Orozco, Barreto pertenecen a la nueva generación de músicos e interpretes que redefinen la música de raíces andinas en términos prácticos. Entiéndase que como Dina Páucar, Sonia Morales, el Chato Grados, Agencia Meza y tantos más la amoldan según la imagen y semejanza de las experiencias de los provincianos que la sudan ya en sus ciudades de origen o en Lima, donde la urbe de ocho millones de habitantes los pudo asfixiar pero que ellos saben sortear y que mejor al son de esta música que los retrata.
Yo poco sabía la verdad de estos dos ídolos que ahora la muerte se llevó con el artilugio de dos fatales accidentes de tránsito. Y me he hecho traer algo de su música. Escucho “El baile de la Cumbia”, “El Arbolito” y Pecadora” de Néctar; y “La Otra”, “La Títular” y El Pisado” de Muñequita Sallly. Son acordes sencillos con insuflos andinos pero también cumbiancheros; conviven bien el acordeón y el teclado eléctrico como si la música quisiera resolver desde su terreno las estúpidas diferencias sociales que a Dios gracias no han podido arrinconar ni a ellos mismos ni a sus escuchas.
Las letras son también básicas, elementales, despojadas de pretensiones poéticas mayores. Son historias contadas casi como las conversarían dos trabajadores de una fábrica en el medio de su descanso o dos comadres esperando turno en alguna posta del seguro social. Quien me ha proporcionado los CDs, un estudiante de la Universidad de Lima, que hace su tesis sobre el tema y sus conectores sociales, se emociona y me insiste en que escuche también a Sonia Morales. Hecha a correr “tomaré para olvidarte”, “El Celular” y “Chico Mentiroso”.
Los nuevos folkloristas son más que música, le doy mi opinión al tesista. Articulan tejido social donde fallan ONGs, universidades y Estado, y gestan una nueva economía con creatividad. Por ejemplo ante la piratería, poniendo sus propias quemadoras artesanales pero registradas; sacan cerveza con su imagen (como la Meza), o muñecas ataviadas con sus vistosos trajes de hilado y pedrería (como Morales y Muñequita Sally). Vaya sí la están haciendo.

*Director de Escuela de Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Sipán
luisalarconll@gmail.com

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