sábado, 26 de julio de 2008

REGRESO AL PASADO

Hay motivos recientes para volver a sentirnos orgullosos de nuestros ancestros. Sólo hace 15 días las noticias nacionales –y el rebote de los cables-abrían con el hallazgo de una nueva tumba moche, correspondiente nada menos que a un personaje de similar jerarquía de mando que el famoso Señor de Sipán, y por ende importancia histórica.
Cuando a mayo de 2006, la arqueología mundial pensaba que el descubrimiento de la Dama de Cao, en La Libertad, era el más importante en los últimos diez años, la puesta a la luz de este nuevo jerarca mochica, vuelve a sorprender gratamente y puede incluso delinear una nueva tabla estadística: si contamos con que el Señor de Sipán fue descubierto en 1987 y que éste último ya se encontró en 2008, se está descubriendo a razón de cada 10 años en el norte del Perú a algún dignatario precolombino y con él (ella) su equipaje de riquezas en oro y plata, amén de toda la información que ésta significa sobre su momento histórico.
Christopher Donnan, uno de los más reconocidos investigadores de la cultura moche, estuvo de paso por Chiclayo la semana pasada. En una conferencia concurridísima nos ha pedido estar orgullosos con nuestro pasado por razones obvias. Pero nosotros ya le hemos hecho caso antes de que en su español con dejo gringo estallara su consejo. Sólo que el orgullo por el pasado debería siempre señalar al futuro. Ahí está el punto.
Volver al pasado es en estricto leer hacia delante y no hacia atrás. Lo demás son saludos a la bandera. Y eso sirve tanto para aquellas civilizaciones que no tienen de qué enorgullecerse: como la alemana post hitleriana. Miró hacia atrás, le hizo ascos al loco de Hitler y construyó una sociedad digna, en lo económico, en lo social de allí para adelante. Vale.
Milan Kundera, el escritor checo, ha escrito que de aquello de lo que uno no es culpable no tiene porqué enorgullecerse ni avergonzarse. Yo, modestamente, añadiría que si hay algo de que enorgullecerse eso debe ser motor, no simples paradigmas para alegrarnos el presente. En este caso estamos acá los lambayecanos, los liberteños, los peruanos, como para que el ensueño del pasado nos haga olvidar hacia donde vamos, o queremos ir, y nos provoque de pronto dormirnos en nuestros laureles.

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