lunes, 7 de julio de 2008

Júzguese también al otro

En alusión a que sólo sería verdaderamente justo que así como al ex mandatario de origen japonés se le juzga por la matanza de Barrios Altos, La Cantuta y Sótanos de SIE, algunos exacerbados fujimoristas claman que Alan García Pérez debería ser juzgado también por el genocidio del Frontón ocurrido durante su primer gobierno.

Al margen de que si se le pueda juzgar o no a García (aparentemente sí, con lo que pueden ser unas pruebas que acaban de ser noticia el último miércoles) pero sólo cuando deje de ser mandatario, la idea de justicia para la emotiva defensa fujimorista se reduce a equidad, apenas uno de sus valores.

Definir justicia no es sencillo, incluso para los jurisconsultos y pensadores. Pero hay una definición que es básica: “justicia significa qué se debe hacer según derecho o razón”. No destazamos el análisis –no somos expertos- mas reparamos en sus conexiones a esos dos campos, derecho y razón: la justicia opera en base al derecho (traducida a un cuerpo legal) y se esgrime desde bases argumentales, racionales. O más bien debiera.

Porque no siempre está la razón respaldando un argumento. Los argumentos pueden torcerse. Los griegos hace más de dos mil años les llamaron falacias. A simple vista parecen razones milimétricamente articuladas en sus partes, pero esconden mecanismos alambicados, tramposos que llevan a inferencias equívocas, conclusiones mañosas. Reclamar por la administración de justicia hacia otros para que la que administra a alguien proceda, es una falacia.

Lo es de un modo práctico. Imagínese al carterista atrapado con las manos en la masa que argumenta que mientras a otro u otros carteristas no se les atrape (y procese) tampoco se le debiera procesar a él. Si seguimos los datos mundiales respecto a robos y otras fechorías y reparamos en que en algún lugar del planeta más de un crimen se comete antes de que caduque un solo segundo, impartir justicia sería un ejercicio imposible, no podría ser administrada nunca a nadie.

Eric Fromm y Wayne W. Dyer, entre otros, han estudiado la naturaleza, espectro y tipos de justicia. Nadie dice que la que nos administramos los propios seres humanos para ordenar la vida en común sea la más perfecta, pero pretender eludirla por lo que es a todas luces una falacia, es –no importa sino se reparó en ella- un desatino mayúsculo, toda vez que conduciría a una sociedad caótica opuesta precisamente al estado de derecho en el que aspiramos a desenvolvernos los hombres y mujeres modernos y libres.

*Director de Escuela de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Señor de Sipán

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