lunes, 7 de julio de 2008

Niños sin oportunidades

Vuelva a leer el título y grábese la frase: Niños sin oportunidades. De aquí en adelante será emponderada de a pocos pero con contundencia. La cruzada la liderará nada menos que las Naciones Unidas desde su centro de Informaciones. La idea es que todos aquellos organismos y personas que trabajan por la cultura de paz y desarrollo (desde ONGs a investigadores y comunicadores) acuñen el término y termine por desplazar al insulso y lacerante “niños pobres”.

La nueva nomenclatura se ha gestado desde la propuesta de un abogado y académico con inmensa preocupación en los Derechos Humanos, Alcibíades Sime, quien es además vicerrector de la casa de estudios donde laboro. Fue recogida a su vez de palabras de una mujer anónima que sustentó el cambio seguramente desde su carga semántica, como cuando a los “países subdesarrollados” se convino en llamarlos “países en vías de desarrollo”.


No importa ahora la autoría, decir “niños sin oportunidades” es todo lo contrario a un mero eufemismo. Significa verbalizar una voluntad de mejoras a los más de 56 millones de niños latinoamericanos y caribeños, al menos, de entre cero a 19 años (cifras a 2002 de la CESPAL) que viven en las garras de la pobreza extrema.

La pobreza golpea fuerte a los niños, más que a cualquier otro grupo etáreo. Los agarra fríos en sus debilidades y resistencia a un mundo que se ensaña con ellos y que puede sumirlos en un hoyo profundo del que podrían nunca salir. Como deben ayudar a su manutención (y a la de su familia), millones de infantes queman la etapa de la niñez por trabajar tempranamente: más de 245 millones de niños trabajaban a 2002, el 73% en condiciones infrahumanas. Y a veces el trabajo se tuerce macabramente, un millón de niños y niñas son explotados sexualmente sólo en Latinoamérica y el Caribe.

Las cifras no son mejores en Europa del Este ni en África y en algunos puntos de Asia donde miles de niños nacen en condiciones que los marcará de por vida, enfermedades que heredaron de sus padres infectos y que les doblará el peso de la cruz que deben cargar sobre sus frágiles espaldas.

De cara a la Navidad, el término novísimo, de estreno, suena rebién. Y las connotaciones que trae de implícito también. Vuelva usted a decírselo para sí lentamente “Niños sin oportunidades”. Extienda la buena nueva a sus familiares y amigos antes que la ONU. Déle una chance a esos millones de niños y niñas que esperan más que el cambio de una de las palabras de la frase con la que hasta ahora se les ha llamado.

*Director de Escuela de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Señor de Sipán

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