lunes, 7 de julio de 2008

Comunicándonos más

Sólo hasta esta semana, después de casi 15 años trabajando en el área, he echado cuenta de que la comunicación, la profesional, aclaro, se cimienta y empondera en el país como nunca lo había percibido antes:

Mientras en la Escuela en la que trabajo nos agotamos los últimos cinco días en un curso de actualización para docentes del área, Roberto Chullén, mi par en la USAT, planea una reunión regional de directores de escuela de comunicación; Ricardo Pauta, Decano de facultad en UCV-Trujillo, lo define todo con su hiperactivo equipo para que la reunión anual de Apfacom de la que será anfitrión los tome en la mejor de sus primaveras, pleno septiembre; en la universidad Pedro Ruiz Gallo se proponen empezar sí o si una maestría algo rara entre periodismo y comunicación ciudadana; y la Universidad Privada de Piura siempre tendrá, seguro para agosto, su famoso 3MM, tres días de mass media.

La comunicación, ya no sólo el periodismo (área que abrazo con particular predilección), encuentra un espacio, un accionar profesional que va más allá de la organización y ejecución de uno o varios eventos. Aun cuando las cuarentaitrés escuelas o facultades de comunicación en el país reportan las cifras más bajas entre los ingresantes y alumnos regulares de toda la torta de la educación superior nacional (reflejo además de lo que ocurre en el mundo), la apertura a la necesidad de comunicadores va positivamente en dirección contraria, algo que los jóvenes que ahora se debaten entre elegir una carrera, todavía no ven en toda su proyección (y en lo que seguro quienes lideramos estos estudios no estamos haciendo lo suficiente).

Un vistazo rápido sin embargo, puede ayudarnos a predecir lo que será el futuro de lo que hoy es todavía una oferta modesta. Cada semana recibo en mi despacho el requerimiento empresas públicas y privadas sobre jóvenes comunicadores (es cierto, aun como practicantes) para que articulen sus políticas, planes, estrategias de comunicación o asesoren a los jefes o planteen soluciones a determinados problemas comunicacionales. Primero las ONGs, luego los gobiernos locales o regionales, observan con necesidad, urgencia, que la comunicación formal, estudiada, aplicada, puede resolverles la vida o, al menos, hacérselas más llevadera.

La comunicación, actividad connatural al ser humano, alcanza cuotas profesionales cuando se le trabaja al milímetro y bajo ópticas cada vez más pluritemáticas. Esa es la tendencia a la que hoy apuntan las escuelas progresistas insertadas a lo que él prefiere no llamar mercado sino contexto, me hace ver Pablo Espinoza Espinoza de la Pontificia Universidad Católica del Perú, invitado nuestro esta semana que se acaba. Si de un modo u otro tenemos un panorama tan rico frente a nosotros, vamos haciéndolo todo para comunicarnos mejor.
*Director de Escuela de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Señor de Sipán

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