lunes, 7 de julio de 2008

Lengua de desentendidos

No voy a echar leña al fuego del diferendo que hoy enfrenta a Perú y Chile sobre la postura de hacer revisar, en La Haya, un convenio de límites de mares. Sería más de lo mismo en argumentos de base nacionalista –y hasta entendiblemente chauvinistas- y no aportaría nada a un debate del que en atención a la libertad de expresión, prefiero mantenerme al margen. Pero me parece una excusa interesante para ver como el lenguaje (un mismo idioma, casi una misma habla, y mismo códigos de escritura) pueden conducir a tanto desentendimiento.

El filósofo estadounidense Dan Dennett, con una clara línea focalizada en lo antropológico y la antropología del lenguaje, ha aportado sobre los poderes del lenguaje como dinamizador del entendimiento del mundo. Es suya la tesis de que el lenguaje (y sus niveles y formas, como la escritura, por ejemplo) cambia tanto al ser que lo maneja que sostiene que si un león aprendiera a hablar podría comunicarse mejor –con nosotros al menos- pero nos diría muy poco del universo de los leones por que ya no sería tan león como los otros. Intuyo del pensamiento Dennett que un código lingüistico nuevo puede alejarnos de un colectivo al que pertenecimos (el león no es más león); pero el lenguaje puede más: servir también como desconector social.

Lisle Sobrino, doctor en psicoterapia, estuvo hace un par de semanas para presentar una maestría en psicología clínica y de la salud. Expuso sobre “La Psicoterapia Breve – No convencional”, la mejor alternativa para la solución de problemas, y se detuvo en el rol de la comunicación. “El ser humano, como animal simbólico, es esencialmente comunicativo. Como dice Heiddeger, es lenguaje, vive en el lenguaje y crea el mundo a través de él. No han sido sólo los filósofos existenciales, quienes han destacado su rol en la creación de un co-mundo en el cual se desarrolla la existencia humana, sino también los sistémicos, los psicólogos sociales e incluso los biólogos. La vida, en efecto, incluso en sus estadios más elementales, se reproduce en un contexto de intercambio o comunicación a través de la transmisión de información”, analiza.

Se ha tenido y tiene al lenguaje como el máximo nivel de la comunicación. Por eso nos sorprende cuando no funciona y procura más bien desencuentros. En dos textos sobre lengua que leo a la vez, escritos sobre expertos en el tema, hallo un marcado desencanto por el lenguaje. Tanto Juan C. Moreno Cabrera en “Las Lenguas y sus escrituras” como Steven Fisher en su “Breve historia del lenguaje” sostienen que es momento de dar al lenguaje (y sus niveles y formas) un lugar más modesto en lo que el ser humano considera como conquistas totales hacia su civilización. Basta mirar mucho hacia atrás, 60,000 años aproximadamente, para coincidir que con lengua (miles, miles, súmense todas la lenguas muertas), y con escritura (sólo reste unos miles de las lenguas ágrafas), 6,000 años hace en los cálculos más razonables, para darnos cuenta que en efecto, entre invasiones, guerras, tratas y otros, lengua, lenguaje y escritura han dado poco para el entendimiento común.

*Director de Escuela de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Señor de Sipán

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