sábado, 26 de julio de 2008

NO PLAGIARÁS

Es grande el desplegable que viste la pared de uno de los edificios principales de la Universidad Privada del Norte, Trujillo. Más que su tamaño, me sorprende el coraje de la campaña que enarbola, tratando de poner parches en heridas que ya existen (y no sólo en ella) respecto al plagio que de común cometen algunos o muchos alumnos… uno apenas sabe.
Esa misma casa de estudios abrió el número inaugural de este año de una de sus mejores revistas con una disculpa valiente sobre el mismo tema; un alumno colaborador del magacine, Carlos Hernández, había camuflado como suyo un texto íntegro tomado del blog busconovia de El Comercio.com, y que correspondía al periodista Renato Cisneros. La sanción para el universitario fue ejemplar: fue expulsado de la plana de colaboradores y suspendido de clases.
Los casos de plagio son bien comunes en el trabajo de universitarios y sé de buena fuente que en escolares también. Aun cuando los docentes –no todos tampoco- se esfuerzan en desarrollar en sus alumnos habilidades de análisis, interpretación y síntesis de textos, la seducción facilista hacia el plagio es tentadorísima ahora avivada por recursos más a mano como la Internet, no culpable pero sí potenciadora de lo que llaman la cultura del copy & paste.
La propiedad intelectual es supuestamente protegida por la Ley sobre Derecho de Autor, aprobada por Decreto Legislativo 822, en concordancia con la Decisión número 351 de la Comunidad Andina de Naciones, y una retahíla de convenios internacionales. Pero como en el caso de otros derechos, es ley en letra muerta porque vigilarla supondría una implementación milimétrica que nadie, ni el INDECOPI, puede hacer al dedillo y que de darse convertiría a la mayoría de transcriptores de textos en brujas perseguidas por una nueva Inquisición.
Esta semana me choqué con un plagio. Los autores, alumnos míos, insisten que fue un error; les he dicho que hay faltas culposas y dolosas y he mencionado el caso patético de Bryce Echenique y sus veintitantos plagios puestos en evidencia por bloggers y una denuncia sostenida de Perú 21 (plagio al extremo: el intelectual plagiando a intelectuales). Quiero creer la inocencia de mis alumnos pero me consume la duda, como a la esposa la figura de la amante que no ve pero que sabe ronda al marido. Lamento que aunque rectifiquen quizás no procesen una actitud sensata y sostenida de respeto hacia algo intangible pero real que no es suyo, es ajeno, y que merece la consideración al menos del entrecomillado y la referencia (así de fácil). Y un amigo me desalienta al teléfono en línea desde Trujillo: “El plagio es sólo un síntoma, denuncia el irrespeto a la intelectualidad ajena, lo poco que la gente en países como el nuestro consideran como importante”. Puro mundo material.

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