lunes, 7 de julio de 2008

Orgullo de peruanos

Dos sondeos, cada cual de una universidad limeña, revelaron esta semana que el orgullo de los peruanos “por lo peruano” anda viento en popa. Tanto el estudio entre 300 hombres y mujeres de 18 a 60 años del centro de investigación de mercados de la Universidad San Ignacio de Loyola, como el Sondeo Anual sobre Valores realizado por la empresa encuestadora de la Universidad de Lima, que incluye en su rango de edades 10 años más, muestran datos nada despreciables sobre lo que los nacionales sentimos por el país.

En tanto éste último revela que el orgullo nos aflora en nueve de cada 10 encuestados y que entre las fortalezas de los peruanos están la generosidad, la solidaridad, el trabajo, la dignidad, incluso la religión y la defensa de nuestros derechos; aquél descubre que no nos falta motivos símbolos para flamear nuestro orgullo nacional, y en orden aparecen Macchu Picchu (53%), la comida, como no (25.7%) y las costumbres (23.7%) seguidas de las fiestas de guardar, las danzas típicas, y la amplia y variopinta geografía.

Que hoy los peruanos, a partir de esta muestra de limeños, tomadas para ambos sondeos, sintamos orgullo por lo nuestro no es irrelevante. Menos en un país en el que sólo hace dos años, de acuerdo a un estudio encargado ex profeso por La República, la mitad de los peruanos quería irse del Perú porque entre otras razones el país les daba lástima.

Pero con la reinserción económica, y un panorama de desarrollo prudentemente sostenible, la mirada hacia nosotros mismos conoce nuevos capítulos porque es precisamente en terrenos en los que no nos habíamos concentrado antes donde se despliega un auge antopoeconómico sin precedentes. Citemos sólo la gastronomía peruana que en sólo los últimos siete años supone ya un boom de restaurantes con tendencia a lo gourmet, la proliferación de institutos y escuelas universitarias formadoras de chefs y una vocación que hoy es validada por jóvenes y adultos como nunca antes.

Hemos cuajado en orgullo. Cuando en 1987 el descubrimiento de las tumbas del Señor de Sipán maravilló al mundo, se cimentó un fenómeno que unos años después me lo hizo ver la desaparecida antropóloga Susana Meneses. Se trataba de que la comunidad nacional –y también la mundial- echaría una mirada más alta a la raza mochica, a sus rasgos, sus costumbres, sus apellidos que recordaban lo que infelizmente llegó a ser una lengua muerta, precisamente por falta de orgullo. Un diplomático en Lima, en cierta reunión, hace ya fecha, me pidió le dijera mi segundo apellido. “Llontop”, respondí. “¡Ah, vaya! Moche. Que orgulloso debe sentirse de llevarlo”, se sorprendió. Asentí, mientras bebía un cóctel de algarrobina.

*Director de Escuela de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Señor de Sipán

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